Diferencia entre revisiones de «Historia del siglo XX»

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== Tercera parte. El derrumbamiento ==
=== Capítulo XIV. Las décadas de crisis ===
 
'''I
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La historia de los veinte años que siguieron a 1973 es la historia de un mundo que perdió su rumbo y se deslizó hacia la inestabilidad y la crisis.
 
Durante muchos años los problemas económicos siguieron siendo “recesiones”. No se había superado todavía el tabú de mediados de siglo sobre el uso de los términos “ depresión” o “crisis”, que recordaban la era de las catástrofes.
 
Los controles de almacén informatizados, la mejora de las comunicaciones y la mayor rapidez de los transportes redujeron la importancia del “ciclo de stock” [inventory cycle] de la vieja producción en masa, que creaba grandes reservas de mercancías para el caso de que fuesen necesarias en los momentos de expansión, y las frenaba en seco en épocas de contracción, mientras se saldaban los stocks.
 
La edad de oro finalizase en 1973-1975 con algo muy parecido a la clásica depresión cíclica.
 
El comercio internacional de productos manufacturados, motor del crecimiento mundial, continuo, e incluso se acelero, en los prósperos años ochenta, a un nivel comparable al de la edad de oro.
 
En África, Asia occidental y América Latina, el crecimiento del PIB se estancó.
 
No sucedió lo mismo en Oriente. Nada resulta más sorprendente que el contraste entre la desintegración de las economías de la zona soviética y el crecimiento espectacular de la economía china en el mismo período.
 
La reaparición de los pobres sin hogar formaba parte del gran crecimiento de las desigualdades sociales y económicas de la nueva era.
 
En las décadas de crisis la desigualdad creció inexorablemente en los países de las “económicas desarrolladas de mercado”, en especial desde el momento en que el aumento casi automático de los ingresos reales al que estaban acostumbradas las clases trabajadoras en la edad de oro llegó a su fin. Aumentaron los extremos de pobreza y riqueza, al igual que lo hizo el margen de la distribución de las rentas en la zona intermedia.
 
Entre 1990 y 1993 no se intentaba negar que incluso el mundo capitalista desarrollado estaba en una depresión.
 
Las décadas de crisis fueron la época en la que el estado nacional perdió sus poderes económicos.
 
El premio nobel de económica Friedrich von Hayek, y otro defensor militante del ultra-liberalismo económico, Milton Friedman aparecieron en escena.
 
¿Quién, por ejemplo, había pensado en la imprevisible combinación de estancamiento económico y precios en rápido aumento, para la cual hubo que inventar en los años setenta el término de “estanflación”?.
 
Los keynesianos afirmaban que los salarios altos, el pleno empleo y el estado de bienestar creaba la demanda del consumidor que alentaba la expansión, y que bombear más demanda en la economía era la mejor manera de afrontar las depresiones económicas.
Los neoliberales aducían que la económica y la política de la edad de oro dificultaban, tanto al gobierno como a las empresas privadas, el control de la inflación y el recorte de los costes, que habían de hacer posible el aumento de los beneficios, que era el auténtico motor del crecimiento en una economía capitalista. En cualquier caso, sostenían, la “mano oculta” del libre mercado de Adam Smith produciría con certeza un mayor crecimiento de la “riqueza de las naciones” y una mejor distribución posible de la riqueza y la renta; afirmación que los keynesianos negaban. En ambos casos, la economía racionalizaba un compromiso ideológico, una visión a priori de la sociedad humana.
 
A principios de los noventa el sistema político italiano se vino abajo porque los votantes se rebelaron contra su corrupción endémica.
 
La mundialización de la económica que se produjo a partir de 1970.
 
Sin embargo, la simple fe en que la empresa era buena y el gobierno malo (en palabras del presidente Reagan, “el gobierno no es la solución, sino el problema”) no constituía una política económica alternativa. Ni podía serlo en un mundo en el cual, incluso en los Estados Unidos “reaganianos”, el gasto del gobierno central representaba casi un parto ¼ del PNB, y en los países desarrollados de la Europa comunista, casi el 40%.
 
En cualquier caso, la mayoría de los gobiernos neoliberales se vieron obligados a gestionar y a dirigir sus economías, aun cuando pretendiesen que se limitaban a estimular las fuerzas del mercado.
 
Así ocurrió que los regímenes más profundamente comprometidos con la económica del laissez-faire resultaron algunas veces ser, especialmente USA de Reagan y UK de Thatcher, profunda y visceralmente nacionalistas y desconfiados ante el mundo exterior.
 
El auge de los nuevos países industriales es sorprendente: a mediados de los ´80.
 
Pero incluso los países preindustriales o de industrialización incipiente estaban gobernados por la implacable lógica de la mecanización, que más pronto o más tarde haría que incluso el trabajador más barato costase más caro que una máquina capaz de hacer su trabajo, y por la lógica, igualmente implacable, de la competencia del libre comercio mundial.
Cuanto más avanzada es la tecnología, más caro resulta el componente humano de la producción comparado con el mecánico.
 
La tragedia histórica de las décadas de crisis consistió en que la producción prescindía de los seres humanos a una velocidad superior a aquella en que la economía de mercado creaba nuevos puestos de trabajo para ellos.
 
En los países pobres entraban a formar parte de la amplia y oscura económica “informal” o “paralela”, en la cual hombres, mujeres y niños vivían, nadie sabe cómo, gracias a una combinación de trabajos ocasionales, servicios, compra, venta y hurto. En los países ricos empezaron a constituir, o a reconstruir, una “subclase” cada vez más segregada, ya que formaban tan sólo una minoría permanente. El gueto de la población negra nativa de los Estados Unidos se convirtió en el ejemplo tópico de este submundo social.
 
 
'''II'''
 
La combinación de depresión y de una económica estructurada en bloque para expulsar trabajo humano creo una sorda tensión que impregno la política de las décadas de crisis. Una generación entera se había acostumbrado al pleno empleo, o a confiar en que pronto podría encontrar un trabajo adecuado en alguna parte.
 
Además, desde 1970 muchos de sus partidarios (especialmente jóvenes y/o de clase media) abandonaron los principales partidos de la izquierda para sumarse a movimientos de cariz mas específico – especialmente los ecologistas, feministas y otros de los llamados “nuevos movimientos sociales”-, con lo cual aquellos se debilitaron.
 
La importancia de estos movimientos no reside tanto en su contenido positivo como en su rechazo de la “vieja política”.
 
En resumen, durante las décadas de crisis las estructuras políticas de los países capitalistas democráticos, hasta entonces estables, empezaron a desmoronarse. Y las nuevas fuerzas políticas que mostraron un mayor potencial de crecimiento eran las que combinaban una demagogia populista con fuertes liderazgos personales y la hostilidad hacia los extranjeros. Los supervivientes de la era de entreguerras tenían razones para sentirse descorazonados.
 
 
'''III'''
 
También fue alrededor de 1970 cuando empezó a producirse una crisis similar, desapercibida al principio, que comenzó a mirar el “segundo mundo” de las ·economías de planificación centralizada”.
 
La entrada masiva de la Unión Soviética en el mercado internacional de cereales y el impacto de las crisis petrolíferas de los ´60 representaron el fin del “campo socialista” como una económica regional autónoma, protegida de los caprichos de la económica mundial.
 
Lo que muchos reformistas del mundo socialista hubiesen querido era transformar el comunismo en algo parecido a la socialdemocracia occidental. Su modelo era más bien Estocolmo que Los Ángeles.
 
En ambos, las familias eran cada vez más pequeñas, los matrimonios se rompían con mayor facilidad que en otras partes, y la población de los estados –o, en cualquier caso, la de sus regiones más urbanizadas e industrializadas- se reproducía poco. En ambos también se debilitó el arraigo de las religiones occidentales tradicionales.
 
La paradoja del comunismo en el poder es que resultó ser conservador.
 
'''IV'''
 
A comienzos de los ´80 se produjo un momento de pánico cuando, empezando por México, los países latinoamericanos con mayor deuda no pudieron seguir pagando, y el sistema bancario occidental estuvo al borde del colapso, puesto que en 1970 (cuando los petrodólares fluían sin cesar a la busca de inversiones) algunos de los bancos más importantes habían prestado su dinero con tal descuido que ahora se encontraban técnicamente en quiebra.
 
Mientras las deudas de los estados pobres aumentaban, no lo hacían sus activos, reales o potenciales.
 
La economía mundial transnacional, crecientemente integrada, no se olvidó totalmente de las zonas proscritas.
 
El principal factor de las décadas de crisis fue, pues, el de ensanchar la brecha entre los países ricos y los países pobres.
 
'''V'''
 
En la medida en que la economía transnacional consolidaba su dominio mundial iba minando una grande, y desde 1945 prácticamente universal, institución: el estado-nación, puesto que tales estados no podían controlar más que una parte cada vez menor de sus asuntos.
 
La desaparición de las superpotencias que podían controlar en cierta medida a sus estados satélites, vino a reforzar esta tendencia.
 
Durante el apogeo de los teólogos del mercado libre, el estado se vio minado también por la tendencia a desmantelar actividades hasta entonces realizadas por organismos públicos, dejándoselas “al mercado”.
 
Paradójicamente, pero quizá no sorprendentemente, a este debilitamiento del estado-nación se le añadió una tendencia a dividir los antiguos estados territoriales en lo que pretendían ser otros más pequeños, la mayoría de ellos en respuesta a la demanda por algún grupo de un monopolio étnico-lingüístico.
 
No obstante, el nuevo nacionalismo separatista de las décadas de crisis era un fenómeno bastante diferente del que habían llevado a la creación de estados-nación en los siglos XIX y principios del XX. De hecho, se trataba de una combinación de tres fenómenos.
1-Era la resistencia de los estados-nación existentes a su degradación.
2-Puede describirse como el egoísmo colectivo de la riqueza, y refleja las crecientes disparidades económicas entre continentes, países y regiones.
Algunos de los nacionalismos separatistas de las décadas de crisis se alimentaban de este egoísmo colectivo.
3- El tercer fenómeno tal vez corresponda a una respuesta a la “revolución cultural” de la segunda mitad del siglo: esta extraordinaria disolución de las normas, tejidos y valores sociales tradicionales, que hizo que muchos habitantes del mundo desarrollado se sintieran huérfanos y desposeídos.
 
La pura y simple necesidad de coordinación global multiplico las organizaciones internacionales con mayor rapidez aun que en las décadas de crisis.
 
El otro instrumento de acción internacional estaba igualmente protegido contra los estados-nación y la democracia. Se trataba de la autoridad de los organismos financieros internacionales constituidos tras la segunda guerra mundial, especialmente el FMI y BM. Estos organismos respaldados por la oligarquía de los países capitalistas mas importantes, que luego formo “grupo de los siete”.
 
=== Capítulo XV. El tercer mundo y la revolución ===
=== Capítulo XVI. El final del socialismo ===