Historias para estudiantes de español/Intermedio

Ortografía

Esta página o sección necesita una revisión de ortografía y gramática.
Puedes ayudar editándolo


Cuentos de los hermanos Grimm

editar

Hansel y Gretel

editar

Es sobre dos niños que eran huerfanos de madre y su padre no queria que fuera asi se caso con una mujer pero esta no queria a los niños y convencio al padre de los niños para que los matara en el bosque, el padre los llevo al bosque pero no tuvo el valor de matar a sus propios hijos y solo los abandono.

Ellos tristes de que su padre los abandono empezaron a caminar para ver si podian llegar a su casa pero en el camino encontraron a una casa de azúcar y dulces, tocaron la puerta y les abrio una anciana cuando vio que estaban solos los invite a pasar les dio tantos dulces que quedaron satisfechos y se fueron a dormir.

Cuando se despertaron se dieron cuenta que estaban en una jaula ya que la anciana era una bruja come niños, la bruja estaba calentando el horno para comerselos y ellos en esa ditractión estaban intentando escapar y como el horno estaba abierto y la bruja de espaldas ellos la empujaron hacia adentro y cerraron la puerta con seguro y se quemo viva y ellos se fueron felices de ahi.


Piel de Oso

editar

Un joven fue a la guerra. El joven era muy valiente y el primero en todas las batallas. Cuando acabó la guerra, el joven recibió la orden de irse. Los padres del joven ya estaban muertos y no tenía casa. El joven pidió ayuda a sus hermanos pero los hermanos tenían el corazón muy duro. Los hermanos le respondieron que no. El pobre joven solo tenía su fusil y se fue.


Llegó a un desierto muy grande. En el desierto solo se veían unos árboles. El joven triste se sentó allí a la sombra.


-No tengo dinero, no aprendí ningún oficio. Durante la guerra, serví al rey, pero ahora durante la paz no sirvo para nada. Moriré de hambre.


Al mismo tiempo escuchó un ruido y miró. Observó a un desconocido vestido de verde muy lujoso, pero con un horrible pie de caballo.


-Sé lo que necesitas, le dijo el extraño, necesitas dinero. Tendrás mucho dinero, pero antes necesito saber si tienes miedo. No doy nada a los cobardes.

-Un soldado nunca es cobarde, respondió el joven. Puedes hacerme la prueba que quieras.

-Pues bien, dijo el desconocido, mira detrás de ti. El soldado miró y vio un enorme oso. El oso se lanzó sobre él con horribles gruñidos.

-¡Ah! ¡ah! dijo, voy a romper tus narices y no vas a gruñir más; tomó el fusil y disparó en las narices al oso y el oso cayó muerto.

-Veo, dijo el desconocido, no eres cobarde, eres muy valiente, pero hay otras condiciones.

-Nada me detiene, dijo el soldado.

-Tú juzgarás por ti mismo, le respondió el hombre. Durante siete años no debes lavarte ni peinarte la barba ni el pelo, ni cortarte las uñas, ni rezar. Voy a darte un vestido y una capa que llevarás durante todo este tiempo. Si mueres en este tiempo me perteneces a mí, pero si vives más de los siete años, serás libre y rico para toda tu vida.


El soldado pensó en la gran miseria de su vida. El decidió arriesgarse una vez más. Aceptó. El diablo se quitó su vestido verde y se le dio. El diablo le dijo:

-Cuando llevas este vestido, y metes la mano en el bolsillo encontrarás oro. Después quitó la piel al oso y añadió:

-Esta será tu capa y también tu cama, no debes tener ninguna otra, y a causa de este vestido te llamarán Piel de Oso.

El diablo desapareció enseguida.

El soldado se puso su vestido y metió la mano en el bolsillo, vio que el diablo decía la verdad. Se puso también la piel de oso y recorrió el mundo. Tenía una buena vida. Tenía todo lo que quería. El primer año tenía una buena figura, pero al segundo año la figura de un monstruo. Los cabellos eran largos, la barba era larga también. Su cara estaba muy sucia. Todas las personas se alejaban de él. Pero, como decía a los pobres “pidan a Dios que yo no muera en los siete años”, y como hablaba como un buen hombre, siempre encontraba buena bienvenida.


Al cuarto año entró en una posada. El dueño de la posada no quería recibirlo. Pero cuando Piel de Oso sacó oro de su bolsillo, el dueño le ofreció un cuarto en el patio.  Pero con una condición: nadie podía ver a Piel de Oso.


Una noche  Piel de Oso estaba sentado en su cuarto. Alguien lloraba en el cuarto de al lado. Como tenía buen corazón, Piel de Oso abrió la puerta y vio a un anciano que lloraba. El anciano vio a Piel de Oso y quiso huir. El anciano se calmó porque escuchó una voz humana. Piel de Oso habló amistosamente. El anciano dijo a Piel de Oso por qué estaba triste. El anciano no tenía dinero para pagar la posada. El anciano iba a ir a prisión.

– Piel de Oso le dijo, yo tengo dinero para ti.

-Piel de Oso pagó el dinero al posadero y dio mucho dinero al anciano también.

El anciano le dijo “Muchas gracias”a Piel de Oso.

–Ven conmigo, dijo el anciano a Piel de Oso; mis hijas son hermosas. Puedes casarte con una de mis hijas.

Piel de Oso fue con el anciano, pero cuando la hija mayor vio su horrible rostro, gritó  y corrió asustada. La segunda hija miró Piel de Oso y dijo:

-¿Cómo aceptar un marido que no tiene figura humana? Prefiero el oso afeitado que vi un día en la feria, y que estaba vestido de hombre y con guantes blancos. Pero la hija menor dijo:

-Querido padre, debe ser un hombre muy generoso. Nos ayudó y ahora es necesario cumplir la palabra.

-Desgraciadamente el rostro de Piel de Oso estaba cubierto de pelo y sucio. No se pudo ver su alegría cuando escuchó estas palabras. Quitó un anillo de su dedo, lo partió en dos, dio la mitad del anillo a su prometida. En la mitad del anillo escribió su propio nombre, y escribió el nombre de la joven en la mitad que guardó para sí. Después dijo adiós y añadió:

– En tres años, si regreso nos casaremos, pero si no regreso quiere decir que he muerto y entonces serás libre.

Pide a Dios que me conserve con vida. La pobre joven estaba siempre triste desde ese día y lloraba cuando se acordaba de su futuro marido. Sus hermanas le decían bromas muy  groseras.

–Ten cuidado, decía la mayor, cuando le des la mano.

-Desconfía de él, decía la segunda; es un oso y te comerá.

– Siempre te gruñirá.

-Pero, añadía la segunda, el baile de la boda será alegre; los osos bailan mucho y bien.

La pobre joven no escuchaba a sus hermanas. El hombre de la Piel de Oso, caminaba siempre por el mundo. Hacía el bien a todos y daba dinero generosamente a los pobres.

Cuando llegó el último día de los siete años, regresó al desierto y se sentó bajo los árboles. Hacía un aire muy fuerte, y el diablo apareció de muy mal humor; dio al soldado sus vestidos viejos y le pidió su vestido verde.

-Espera, dijo Piel de Oso, es necesario que me limpies antes.

El diablo buscó agua y lavó, peinó el pelo y cortó las uñas de Piel de Oso. El joven tenía una figura de un bravo soldado.

Piel de Oso estaba contento cuando el diablo se fue. Regresó a la ciudad, y se puso un magnífico vestido de terciopelo. Se subió a un coche tirado por cuatro caballos, blancos Fue a casa de su prometida. Nadie lo reconoció. El padre lo llevó al cuarto donde estaban sus hijas. Las dos hijas mayores le sirvieron una excelente comida. Su prometida, estaba sentada frente a él con su vestido negro, los ojos tristes y no hablaba.

El padre le preguntó, por último, si quería casarse con alguna de sus hijas, y las dos mayores corrieron a su cuarto para vestirse.

El desconocido se quedó solo con su prometida, sacó la mitad del anillo que llevaba en el bolsillo y lo puso en un vaso de vino. El joven ofreció el vaso de vino a su prometida.

Su prometida vio la mitad del anillo y se puso feliz.

Cogió la otra mitad del anillo y la acercó a la primera. Entonces él le dijo:

-Soy tu prometido, Piel de oso; ahora, gracias a Dios, he recobrado la figura humana.

El joven toma a su prometida en brazos, la abraza cariñosamente. En ese momento, sus dos hermanas entraban  con sus magníficos vestidos; pero cuando vieron que el joven tan guapo era para su hermana y que era Piel de oso, se fueron muy frustradas. La primera se tiró a un pozo y la segunda se colgó de un árbol.

Por la noche llamaron a la puerta, y el joven abrió, vio al diablo con su vestido verde que le dijo:

-No salí mal; perdí un alma pero gané dos.

La Princesa Maleen (alternate ending)

editar

Hay dos reyes. Un rey tiene un hijo; es un príncipe. Otro rey tiene una hija que se llama la princesa Maleen. El príncipe quiere casarse con Maleen porque ella es muy bonita. Pero, hay un problema. El padre de Maleen quiere que se case con el príncipe, pero Maleen y otro príncipe están enamorados.

Por eso, el padre de Maleen se pone enojado y construye una torre. El rey le pone a Maleen en la torre por siete años por castigo. En la torre hay comida suficiente para siete años. Sin embargo, no entra ni la luz del sol ni la luz de la luna; la torre está cerrada. Maleen trata de escapar muchas veces, pero es imposible.

Cuando ya no hay mucha comida, la princesa piensa que su padre va a abrir el torre. Aunque Maleen piensa que va a salir muy pronto, ella trata de escapar una vez más con un cuchillo para el pan. Felizmente, después de tres días la princesa saca muchas rocas con el cuchillo y hace un hueco para salir.

Por lo contrario, ¡el reino es un desastre! El castillo de su papá y las casas del pueblo están destruidos por los enemigos. No hay ninguna persona. Los enemigos del reino destruye todo. La princesa sale de la torre y busca comida y una casa para dormir. Nadie quiere ayudarla. Por fin, la princesa encuentra una ciudad con un castillo muy grande. Maleen toca la puerta de la cocina porque nadie sabe que ella es una princesa. El chef del castillo abre la puerta y dice, ¨Tú puedes dormir en la cocina y comer, pero tienes que trabajar. Eres una sirvienta¨. Lo que no sabe la princesa es que ¡está en el castillo del príncipe con quien no quería casarse!

En la mañana, Maleen va al dormitorio de una princesa fea y antipática con el desayuno. Es tan fea que no sale del dormitorio para comer. La princesa fea y antipática va a casarse con el príncipe hoy, pero no quiere salir del dormitorio porque es muy fea. Ella tiene un plan. Dice a Maleen, ¨Sirvienta, tú vas a casarte con el príncipe o vas a morir, ¿Qué prefieres?¨ Maleen tiene miedo.

Entonces, Maleen se pone el vestido de novia y las joyas brillantes. Cuando Maleen sale del dormitorio de la princesa fea y antipática, el príncipe piensa, ¨¿Ella es mi princesa Maleen? Pero, no es posible porque está en la torre para siempre¨. El príncipe no sabe que realmente ella es la princesa Maleen. Además, Maleen piensa, ¨¿Es el príncipe con quién iba a casarme hace siete años? Pues, no lo sé¨.

Ellos caminan a la catedral para casarse. Cuando llegan a la puerta de la catedral, el príncipe le da un collar de oro a Maleen. Entran, se casan, y regresan al castillo en silencio. Maleen corre al dormitorio de la princesa fea y antipática. Maleen le da el vestido y las joyas reales a la princesa fea, pero no le da el collar de oro.

Por la noche, cuando la princesa fea entra en el dormitorio del príncipe no lleva el collar de oro. El príncipe grita, ¨¡Tú no eres mi esposa! No llevas el collar de oro. ¿Dónde está ella?¨. La princesa fea responde, ¨Sí, soy tu esposa, pero no me gusta salir porque soy muy fea. Mi sirvienta fue a la catedral por mi¨. Muy enojado, el príncipe dice, ¨Quiero ver la sirvienta ahora¨.

Cuando entra Maleen, el príncipe mira el collar de oro en el cuello de Maleen. Le pregunta, ¨Caminaste conmigo a la catedral, ¿No?¨

Ella responde timidamente, ¨Sí, soy yo¨.

El príncipe sonríe con mucha emoción y pregunta, ¨¿Y tú eres la princesa Maleen?¨

¨¡Sí, soy yo!¨ grita con mucha felicidad.

Al final, el príncipe y la princesa Maleen se besan y viven felices para siempre, y le cortan la cabeza de la princesa fea y antipática.

NOTE: I adapted the ending for time (this was long and complicated), and going to continue working on this.

La Cenicienta

editar

Hubo una vez, hace mucho tiempo, una joven muy bella que se llamaba Cenicienta. Cenicienta tenía el cabello rojo y largo y ojos verdes. Era inteligente y amable y le encantaba contar chistes.

Pero era muy infeliz. Su padre y su madre habían muerto y Cenicienta vivía con su madrastra y dos hermanastras. Aunque todas ellas vivían en una casa grande, en realidad, eran bastante pobres.

La madrastra quería que una de sus hijas se casara con un hombre rico, así ya no serían pobres. Pero las hermanastras de Cenicienta no eran tan guapas como Cenicienta, ni tan amables como Cenicienta, ni tan divertidas como Cenicienta.

Los hombres que venían a la casa, siempre se enamoraban de Cenicienta de inmediato y nunca miraban a las hermanastras. Eso frustró a la madrastra, así que ordenó a Cenicienta que hiciera todas las tareas de la casa.

“¡Limpia la cocina!” le exigió la madrastra.

“¡Cocina nuestra cena!”

“¡Pon en orden nuestros dormitorios!”

“¡Limpia las ventanas!”

“Limpia el baño!”

“¡Rápido! ¡Apúrate!”

La madrastra quería que Cenicienta se sintiera miserable. Las hermanastras tenían hermosos vestidos y zapatos, pero el vestido de Cenicienta estaba hecho de harapos (rags) viejos.

Las hermanastras siempre comían los alimentos más deliciosos, pero Cenicienta siempre comía las sobras (leftovers). Y las hermanastras dormían en sus camas cómodas en sus dormitorios, pero Cenicienta dormía en una cama de paja en el piso de la cocina.

Los animales eran los únicos amigos de Cenicienta. Por la noche, ella se sentaba junto a la chimenea en la cocina y contaba chistes a la familia de ratones que vivían en la pared. Ella hablaba con el gato.

“Un día mejorarán las cosas”, le dijo ella al gato.

“Miau…” respondió el gato.

Un día, mientras Cenicienta estaba en el jardín, llegó una carta a la casa. Era una invitación al baile de verano del rey. La madrastra y las hermanastras de Cenicienta estaban muy entusiasmadas.

“¡El príncipe estará allí!”

“¡Él es muy guapo!”

“¡Él es muy rico!”

“¡Él necesita una esposa!”

Las hermanastras pasaron semanas preparándose para el baile. Compraron vestidos nuevos, zapatos nuevos y bolsos (handbags) nuevos. El día del baile, Cenicienta les ayudó a ponerse sus vestidos y a arreglarse su cabello.

“¡Oh, tengo una magnífica idea!” exclamó la hermanastra menor. “¡Cenicienta, ven al baile con nosotras! ¡Será más divertido si tú estás allí!”

“Oh, pero no tienes nada que ponerte…” rio la hermanastra mayor. “No puedes conocer al príncipe llevando puesta esa ropa sucia y vieja. ¡Qué lástima! Quizá la próxima vez”.

Cenicienta intentó no llorar. Terminó de vestir a sus hermanas y, luego, bajó a la cocina.

“Un día mejorarán las cosas”, le dijo ella al gato.

“Miau…” respondió el gato.

Justo entonces, hubo un destello de luz, y una anciana apareció en el rincón de la cocina.

“¿Quién…quién es usted?” dijo Cenicienta.

“Soy tu hada madrina”, dijo la anciana. “Tú eres huérfana, y todos los huérfanos tienen hadas madrinas”.

El hada madrina acarició (petted) al gato.

“Este gato me cuenta lo amable que eres. Y cómo siempre deseas que las cosas mejoren algún día. Hoy es ese día, Cenicienta. Vas a ir al baile del rey. ¡Tráeme un zapallo!”

Cenicienta corrió al jardín y cogió un gran zapallo. La hada madrina tocó el zapallo con su varita mágica y se convirtió en una carroza de oro.

“¡Vengan acá, ratoncitos!” les dijo a los ratones de la pared. De nuevo, hizo un movimiento con su varita y los ratones se convirtieron en seis hermosos caballos para jalar de la carroza.

“¡Pero no tengo vestido!” dijo Cenicienta.

“Quédate quieta”, dijo el hada madrina. De nuevo hizo un movimiento con la varita y el vestido sucio de Cenicienta se convirtió en un vestido plateado espectacular. Y dos bellos zapatos de cristal aparecieron en los pies de Cenicienta.

“Ahora, ¡ve al baile!” dijo el hada madrina. “¡Pero debes estar en casa a la medianoche! Cuando el reloj marque las doce, tu vestido se convertirá de nuevo en harapos y tu carroza se convertirá de nuevo en un zapallo. ¡Diviértete!”

Y con otro destello de luz, el hada madrina desapareció.

“¡Voy a ir al baile!” dijo Cenicienta.

“Miau…” dijo el gato.

En el baile del rey, el príncipe estaba muy aburrido.

Se sentía como si hubiera bailado con toda joven del reino. Todas las mujeres vestían hermosos vestidos, pero ninguna de las mujeres era interesante. Ninguna de ellas entendía sus chistes.

El príncipe había acabado de bailar con una de las hermanastras de Cenicienta cuando la sala repentinamente se quedó en silencio. Todo el mundo se volvió para mirar mientras la joven más hermosa entraba caminando por la puerta.

Ella tenía el cabello rojo y largo y ojos verdes y bondadosos. Su vestido era plateado. Sus zapatos brillaban, como si estuvieran hechos de cristal. Era Cenicienta, pero nadie la reconoció. ¡Ni siquiera su madrastra y sus hermanastras!

El príncipe se quedó boquiabierto. Él nunca había visto a una mujer tan bella como Cenicienta. Él le pidió que bailase con él. Ellos bailaron juntos toda la noche. El príncipe pensó que Cenicienta era bella, pero también amable, inteligente y divertida. Ella se reía de sus chistes y él se reía de los chistes de ella.

Y de repnte, ¡el reloj empezó a dar las campanadas de medianoche! Dong… dong… dong…

“¡Oh, no! ¡Me tengo que ir!” dijo sorprendida Cenicienta y salió corriendo del salón de baile.

“¡No te vayas! ¡Ni siquiera sé tu nombre!” gritó el príncipe. Pero Cenicienta ya se había ido.

Cenicienta huyó del palacio tan rápido que perdió uno de sus zapatos de cristal en las escaleras. Cuando ella llegó al pie de las escaleras, —¡DONG! —El reloj terminó de dar las doce campanadas de la medianoche.

El hermoso vestido de Cenicienta se convirtió de nuevo en harapos, y su carroza de oro se convirtió de nuevo en un zapallo.

“Ay”, dijo Cenicienta.

Pasaron tres semanas. El príncipe no podía dormir. No podía dejar de pensar en la hermosa joven del baile.  Él esperaba que ella regresara al palacio, pero ella no llegó. Esperaba que ella enviara una carta, pero no llegó ninguna carta.

Finalmente, le dio el zapato de cristal a un mensajero confiable y le ordenó que visitara todas las casas del reino.

“¡Encuentra a la chica a la que pertenece este zapato y tráemela!”

El mensajero visitó cientos de casas. En toda casa, las mujeres afirmaban que el zapato de cristal era suyo. Pero cuando se probaban el zapato, sus pies eran demasiado grandes, o demasiado pequeños.

Finalmente, el mensajero llegó a la casa de Cenicienta. La madrastra de Cenicienta respondió a la puerta.

“¡Por supuesto! ¡Por supuesto! ¡Entre usted!”

Ella condujo al mensajero al comedor, donde esperaban las dos hermanastras.

La hermana mayor dijo: “¡Gracias a Dios! ¡Ese es mi zapato!” Pero cuando se probó el zapato, su pie era demasiado ancho.

La hermana menor dijo: “Hermana tonta… No es tu zapato, ¡es mi zapato!” Pero cuando se probó el zapato, su pie era demasiado pequeño.

La madrastra dijo: “Quítense de en medio, chicas, no es su zapato. ¡Es MI zapato!” Y se probó el zapato. Pero su pie era demasiado grande.

Pero el mensajero preguntó: “¿hay otras mujeres en esta casa?”

“Nadie sino nuestra sirvienta, y el zapato, ciertamente, no es de ella…” dijo la madrastra.

“Toda mujer debe probarse el zapato”, insistió el mensajero.

Cuando Cenicienta llegó al comedor, llevaba puestos sus harapos habituales. Metió su pie sucio dentro del zapato de cristal y… ¡asombroso! No era demasiado ancho. No era demasiado grande. ¡Encajaba perfectamente!

En voz baja, ella dijo: “Es mi zapato”.

“Por favor, venga conmigo”, dijo el mensajero.

Cenicienta fue llevada al palacio para reunirse con al príncipe. Ella todavía llevaba puesto su viejo y sucio vestido, y sus brazos, piernas y rostro estaban sucios. Ella miraba al suelo, porque se sentía muy avergonzada (embarrassed).

El príncipe tomó la mano de Cenicienta.

“Señorita, por favor, míreme”, pidió él de manera amable.

Y cuando ella levantó la cabeza y él vio sus ojos verdes, supo que ella era la mujer de la que él se había enamorado en el baile.

Ellos estaban casados para la siguiente primavera, y pasaron el resto de sus vidas riéndose cada uno de los chistes del otro.

Cuentos tradicionales

editar

Los dos hermanitos

editar

El hermanito le dijo a la hermana:

  • Mamá murió. No somos felices. Nuestra madrastra nos maltrata todos los días. Nos da mala comida. Vamos a escapar. Ven conmigo, hermanita.

Caminaron mucho por el campo.

En la tarde, llegaron a un bosque. Los hermanitos estaban muy fatigados y hambrientos. Durmieron.

A la mañana siguiente, el hermanito dijo:

  • Hermanita, tengo sed.

Buscaron una fuente. Pero la malvada madrastra era bruja. Todas las fuentes del bosque estaban embrujadas. Cuando el hermanito va a beber, la hermanita escucha una voz que dice: “Quien beba de mi agua se convertirá en tigre.” la hermanita exclamó:

  • ¡No bebas agua, hermanito, si bebes te convertirás en tigre!

El hermanito no bebió, y dijo:

  • Esperaré a la próxima fuente.

Cuando llegaron a la segunda, oyó también la hermanita: “Quien beba de mi agua se transformará en lobo.”

Y exclamó la hermanita:

  • ¡No bebas agua, hermanito, si bebes te convertirás en lobo!

El niño no bebío, y dijo:

  • Esperaré a la próxima fuente. Tengo una sed irresistible.

Cuando llegaron a la tercera fuente, la hermanita oyó: “Quien beba de mi agua se convertirá en corzo.” Y exclamó nuevamente la niña:

  • ¡Hermanito, no bebas, pues si bebes te transformarás en corzo y escaparás de mi lado!

Pero el hermanito ya empezaba a beber. Y se transformó en un pequeño corzo. La hermanita comenzó a llorar y el corzo también comenzó a llorar tristemente. Al fin, la hermanita dijo:

  • ¡Tranquilízate, mi lindo corzo; nunca te abandonaré!

Caminaron horas y horas por el bosque y, al fin, llegaron a una casita. La niña observó y la casita estaba vacía. La hermanita pensó: “Vamos a vivir aquí.”


Un día el rey organizó una gran cacería. El corzo quería ver la cacería.

  • ¡Hermanita -dijo-, quiero ver la cacería!
  • Pero -le recomendó- vuelve antes de la noche. Tú llamarás a la puerta, y dirás: “¡Hermanita, déjame entrar!.” Si no lo dices, no abriré.

El Rey y sus cazadores vieron el hermoso animal pero no lograron cazarlo. En la noche el corzo regresó a la casita y llamó a la puerta.

  • ¡Hermanita, déjame entrar!

A la mañana siguiente,  la cacería continuó. El corzo oyó a los cazadores y dijo:

  • ¡Hermanita, abre la puerta, quiero ver la cacería de nuevo!

La hermanita le abrió la puerta, y dijo:

  • Vuelve antes de la noche y dirás: “¡Hermanita, déjame entrar!.” Si no lo dices, no abriré. .

El Rey y sus cazadores vieron de nuevo el corzo. Un cazador lo hirió en una pata. El corzo escapó hasta la casita. Un cazador lo siguió hasta la casita y lo oyó decir:

  • ¡Hermanita, déjame entrar!

Y la puerta se abrió.

El cazador le dijo al Rey lo que vio y oyó. El Rey respondió:

  • ¡Mañana volveremos a la caza!

La hermanita curó la herida del corzo y le dijo:

  • Acuéstate, corzo mío querido.

A la mañana siguiente, el corzo estaba bien. El corzo salió a ver la cacería.

La hermanita estaba muy triste porque era muy peligroso para el corzo.

En la noche, el Rey llamó al cazador y le dijo:

  • Ahora ven conmigo a la casita del bosque.

Al llegar a la puerta, el Rey dijo:

  • ¡Hermanita querida, déjame entrar!

Abrió la puerta, y el Rey entró. El Rey encontró a una chica muy hermosa. La chica tenía miedo porque no era el corzo.  El Rey sorprendido por su belleza, la miró cariñosamente y le dijo:

  • ¿Quieres venir conmigo al palacio y ser mi esposa?
  • ¡Oh, sí! -respondió la muchacha-. Pero el corzo debe venir conmigo; no quiero abandonarlo.
  • Por supuesto -aceptó el Rey-.

El Rey montó a la bella muchacha en su caballo y la llevó a palacio. Una magnífica boda se celebró después. La hermanita ahora era Reina. El corzo jugaba felizmente por el jardín del palacio. Eran todos muy felices.


Mientras tanto, la malvada bruja escuchó que los hermanos eran felices . La bruja tuvo mucha envidia.  

La bruja tenía una hija tuerta y fea. La hija quería ser la Reina.

  • Cálmate -le respondió la bruja- Yo tengo un malvado plan.

Tiempo después, la Reina tuvo un hermoso niño. La vieja bruja, se transformó en sirvienta y entró en la habitación de la Reina, y le dijo:

  • Vamos, el baño está preparado.

La malvada hija tuerta estaba con ella. Las dos llevaron a la débil Reina al baño. Cerraron la puerta y prendieron fuego. La bella y joven Reina se asfixió.


La vieja bruja transformó a su hija tuerta en Reina.  En la noche, el Rey fue a ver a la Reina pero la bruja le dijo:

-La Reina necesita dormir.

A media noche, la niñera cuidaba al niño. La niñera vio como la puerta se abría. La Reina verdadera entraba al cuarto, le daba de comer al niño y lo besaba.

Durante muchas noches, la Reina entró al cuarto del niño y decía:

“¿Cómo está mi hijo? Vendré otras dos noches, y ya nunca más.”

También iba a ver al corzo y decía:

¿Cómo está mi corzo?  

La niñera comunicó al Rey sobre las visitas de la Reina a media noche.

El Rey exclamó:

  • ¡Dios mío, ¿qué significa esto?!. La próxima noche me quedaré a cuidar al niño.

La próxima noche,el Rey estaba en el cuarto cuando vio a la Reina y exclamó:

  • ¡No puede ser. Eres mi esposa querida!

Y la Reina respondió:

  • Sí, soy tu esposa querida.  

Entonces la Reina recobró la vida. La Reina le dijo al Rey sobre el crimen de la bruja y la hija tuerta. El Rey mandó a la bruja y a la hija tuerta a un tribunal. La hija tuerta fue llevada al bosque. Los animales se comieron a la hija tuerta. La bruja fue quemada en la hoguera. El corzo se transformó de nuevo en humano. La hermana y el hermano vivieron juntos y felices para siempre.

La Malinche

editar

¿Recuerdas la leyenda de La Llorona?  Muchas personas dicen que la llorona es basada en la historia de La Malinche.  La Malinche era una mujer indígena de una familia de la nobleza.  Ella vivía en México en el siglo XVI.  Vivía con sus padres y hablaba nahuatl.  Nahuatl es el idioma de los aztecas.  Cuando su padre murió ella fue a vivir con los mayas como una esclava.  Por eso, ella también aprendió el idioma de los mayas.

En 1519 el conquistador Hernán Cortés llegó a la tierra de los aztecas y empezó a conquistar el imperio azteca.  Hubo una batalla entre los españoles y los mayas, y los mayas perdieron.  Los mayas le dio a Cortés 20 mujeres esclavas y La Malinche era una de ellas.

La Malinche era muy bella, y Cortés la quería como amante.  La pareja tenía un hijo, y La Malinche ayudaba a Cortés en sus conquistas porque ella hablaba los idiomas de los aztecas y los mayas.  No se sabe como, cuando ni donde murió.

Por años, muchas personas pensaron en La Malinche como una traidora, una mujer que ayudó a los españoles y abandonó a su gente y a su cultura.  En español la palabra malinchismo quiere decir una persona a quien no le gusta su propia cultura.  Sin embargo, ahora hay muchas personas que piensan que La Malinche no era traidora.  Ella, como toda le gente indígena, también era víctima.  Ahora hay personas que dicen que ella es la madre de una nueva raza de gente, los mestizos.  Dicen que ella era una mujer inteligente y valiente y no merece el odio.

¿Qué piensas tú?


El abuelo, el nieto y el burro

editar

Un abuelo y su nieto salieron de viaje con un burro. El nieto había pasado las vacaciones con su abuelo y ahora volvía a casa de sus padres para empezar nuevamente el colegio. A ratos, el abuelo o el nieto se subían en el burro y así iban haciendo el viaje más cómodo.

El primer día de viaje llegaron a un pueblo, en ese momento el abuelo iba sentado sobre el burro y el nieto iba caminando al lado. Al pasar por la calle principal del pueblo algunas personas se enfadaron mucho cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando, y decían: ¡Parece mentira, qué viejo tan egoista, vamontado en el burro y el pobre niño a pie.

Al salir del pueblo, el abuelo se bajó del burro, llegaron a otro pueblo, como iban caminando los dos al lado del burro, un grupo de muchachos se burló de ellos, diciéndoles: ¡Pareja de bobos para que tenéis un burro si vais los dos andando…!!??

Salieron entonces del pueblo y el anciano subió al pequeño en el burro y siguieron andando. Al llegar a otra aldea, la gente se echaba las manos a la cabeza..qué poca educación, va el abuelo andando mientras el pequeño va tan cómodamente sentado con la agilidad que tiene que tener…., así que al salir de la aldea se subió también el abuelo al burro, por suerte pasaron juntos a unos campesinos que los tacharon de sinvergüenzas y de poco corazón: ¡Vais a reventar al pobre animal!

Así que el abuelo y el nieto cogieron al pobre burrito y como pudieron lo llevaron a hombros hasta el pueblo próximo, que nada más verlos les gritaron: “Pero esta pareja de tontos cargando con un burro, pero si los burros son ellos…que gente tan rara y tan tonta viene de otras tierras” se decían entre ellos. “Tienen un burro y en lugar de montarse lo llevan a hombros…”

Al salir del pueblo, el abuelo después de pensar un buen rato le dijo a su nieto:

-Ya ves que hay que tener opinión propia y no hacer caso de lo que la gente diga de uno, ya que lo que para unos está bien y para otros es una estupidez.

Las dos hermanas y la naranja

editar

Hace muchos siglos vivía en España, muy cerca de la costa Mediterránea, un hombre de origen árabe, considerado por todos bueno y justo, que se llamaba Ben Tahir.

Ben Tahir poseía un castillo rodeado de jardines junto a sus dos hijas, que eran lo que más quería en este mundo. Desde su nacimiento, las había criado con esmero. Las niñas tenían a su disposición todos los lujos que podía concederles, pero también cuidaba su educación.  Ben Tahir quería que, en el futuro, se convirtieran en mujeres refinadas, cultas y de buen corazón. Gastaba mucho dinero en su formación, por lo que recibían lecciones diarias de muchas disciplinas, entre las que se encontraban las artes, la literatura o la música.

Las muchachitas crecían felices y despreocupadas. Cuando no estaban con sus maestros, estaban en el jardín. Eran muy buenas y se llevaban muy bien.

Pero un día, algo sucedió. Las dos pequeñas estaban entretenidas bajo un naranjo cuando, de repente, surgió una pelea entre ellas. Empezaron a tirarse de los pelos y a insultarse la una a la otra.

Ben Tahir no podía creer lo que estaba viendo. Dijo a viva voz:

– ¿Cómo es posible que esas niñas tan correctas e instruidas se estén pegando de esa manera?

El maestro de las chiquillas estaba junto a ellas y Ben Tahir le llamó al orden inmediatamente.

– ¡Venga aquí! Usted lo ha visto todo de cerca ¿Quiere explicarme qué les sucede a mis hijas? ¿Por qué se pelean como salvajes?

– Señor… Es por una naranja.

– ¿Qué me está usted diciendo, maestro? Por una… ¿naranja?

– Como lo oye, señor. Desgraciadamente, el naranjo sólo ha dado una esta temporada y las dos quieren quedársela. Ese es el motivo por el que tienen una violenta discusión.

– ¡Pues ahora mismo pondremos fin a esa estúpida pelea! ¡Coja ahora mismo un cuchillo, divida la naranja en dos partes exactamente iguales y fin de la cuestión!

– Pero, señor…

– ¡No se hable más! La mitad para cada una ¡Es lo más justo!

El maestro se alejó y cogió la naranja de la discordia. Seccionó la naranja en dos mitades exactamente iguales, tal y como le había ordenado Ben Tahir.  Hecho esto, dio a cada niña su mitad.

El padre observó la escena convencido de que el problema estaba  arreglado, pero se extrañó cuando vio la reacción de sus hijas que, con los ojitos llenos de lágrimas, se sentaron tristes y en silencio sobre la hierba.

Ben Tahir llamó de nuevo al maestro.

– ¿Qué les sucede a mis hijas? ¡Ya tienen lo que querían!

– No, señor… Perdone que se lo diga, pero eso no es cierto. En realidad, su hija mayor quería comerse la pulpa, pues como sabe, adora la fruta. La pequeña, en cambio, sólo quería  la piel para hacer un pastel, ya que es muy golosa y buena repostera. En realidad, dividirla a la mitad no ha sido una buena solución.

– ¿Cómo os atrevéis a decirme eso? Intenté hacer lo más justo ¡No soy adivino!

– Señor, la solución era sencilla: si les hubiera preguntado, ellas le habrían contado cuáles eran sus deseos.

Y así fue como el bueno pero impetuoso Ben Tahir se dio cuenta de que,  antes de actuar, siempre hay que pensar las cosas e informarse bien. Este cuento nos enseña que nunca debemos dar por hecho que lo sabemos todo ni tomar decisiones que afectan a otros sin estar seguros de cuáles son sus sentimientos u opiniones. Ya sabes: ante la duda, pregunta.

Los pasteles y la muela

editar

Adaptación del cuento popular de España

Érase una vez un campesino que trabajaba las tierras de un rico terrateniente. Desde niño había tenido un único deseo en la vida: conocer a su rey. Imaginaba que, un hombre tan poderoso y afamado, debía tener algo especial. Pensaba que el rey sería mucho más que un hombre.

Un día después de cobrar el sueldo del mes, se fue a la capital del reino. Caminó durante varios días pero su esfuerzo tuvo su recompensa. Vio al rey que saludaba a la gente en las calles de Madrid. El campesino le miró sin pestañear y, cuando se alejó, sintió una gran desilusión.

– ¡Bah! ¡Si es un hombre como otro cualquiera! Me he gastado casi todo el dinero que tenía en venir hasta la ciudad para conocer al rey y no ha merecido la pena. Tan sólo es una persona corriente enfundada ¡Pero qué tonto soy!…

Se disgustó tanto que empezó a dolerle una muela.

– ¡Ay, maldita sea, qué dolor! ¿Y ahora qué hago? Sólo me queda una moneda en el bolsillo; si la invierto en pagar a alguien para que me quite la muela, no podré comprar nada para comer, y la verdad es que tengo un hambre de lobo; por el contrario, si uso la moneda para comprar alimentos, la muela seguirá doliéndome cada día más.

Pasó por una pastelería donde había muchos pasteles. ¡Tenían una aspecto delicioso! Se quedó mirándolos, imaginando cómo sería el sabor de esos bizcochos bañados en almíbar y chocolate.

Dos hombres pasaron por allí y, viendo cómo se le caía la baba al humilde campesino, quisieron burlarse de él; se le acercaron por la espalda y uno de ellos, el más alto,  inició la conversación.

– ¡Se ve que estos bollos tienen buena pinta! ¿Cuántos sería usted capaz de comerse?

El campesino se giró y les miró a los ojos. Se dio cuenta de que no tenían buenas intenciones,  pero le daba igual… ¡Era su oportunidad!

– ¿Me habláis a mí? Sería capaz de comerme unos quinientos pasteles de esos.

Su compañero, el más bajo, se llevó las manos a la cabeza.

– ¿Quinientos? ¡Madre mía, qué barbaridad! ¡Eso es imposible!

– ¿Quieren apostar algo?

Los hombres se miraron divertidos. El primero que había hablado, aceptó:

– ¡Por supuesto! ¿Qué propone?

– Pues yo os apuesto que me comeré quinientos pasteles. Si no lo consigo, dejaré que me arranquen una muela. A ver… ¡Ésta misma!

Lógicamente, el campesino señaló con el dedo la muela que tanto le dolía.

– ¡De acuerdo! ¡Qué empiece el reto!

El campesino empezó a devorar pasteles. Tenía tanta hambre y estaban tan ricos, que por lo menos se comió una veintena. Llegó un momento en que le pareció que estaba a punto de explotar.

– ¡Ya no puedo más! Estoy llenísimo. He logrado comer un montón, pero no los quinientos que habíamos acordado. ¡Como ven, he perdido la apuesta!

Los dos amigos estallaron en carcajadas:

– ¡Ja, ja, ja! ¡Estaba claro que era imposible! Por desgracia, le toca pagar la apuesta.

Los tres hombres fueron al dentista. El dentista le quitó al campesino la muela con unas tenazas. Los dos amigos no paraban llorar de la risa. El hombre bajo exclamó:

– ¡Ja, ja, ja! ¡Desde luego, hay que ser estúpido! Por comer unos cuantos pasteles, se ha dejado quitar un diente.

El campesino, muy digno, se levantó de la silla y respondió:

– ¡No, ustedes son los idiotas! Gracias a vuestro deseo de burlaros de mí, he conseguido comer todo lo que quería y, encima, quitarme esa maldita muela que tanto me dolía y de la que necesitaba deshacerme porque ya no me servía. ¡Y todo sin pagar ni una moneda!

Los dos tipos se quedaron de piedra. Todos los que estaban contemplando la curiosa escena  comenzaron a reírse, pero esta vez de ellos.

El secreto del rey Maón

editar

Adaptación de la leyenda de Irlanda

Al este de Irlanda, en una provincia llamada Leinster, reinaba hace muchísimos años un rey llamado Maón. Este rey tenía una rareza que todo el mundo conocía y a la que nadie encontraba explicación: siempre llevaba una capucha que le tapaba la cabeza y sólo se dejaba cortar el pelo una vez al año. Para decidir quién sería su peluquero por un día, realizaba un sorteo público entre toda la gente de su reino.

Lo verdaderamente extraño de todo esto era que quien resultaba agraciado cumplía su tarea pero después jamás regresaba a su casa. Nadie volvía a saber nada de él porque el rey Maón lo hacía desaparecer. Lógicamente, cuando la fecha de la elección se acercaba, todo el mundo sentía que su destino dependía de un juego maldito e injusto y se echaba a temblar.

Pero ¿por qué el rey hacía esto? … La razón, que nadie sabía, era que tenía unas orejas horribles, grandes y puntiagudas como las de un elfo del bosque, y no soportaba que nadie lo supiera ¡Era su secreto mejor guardado! Por eso, para asegurarse de que no se corriera la voz y se enterara todo el mundo, cada año le cortaba el pelo una persona de su reino y luego la encerraba de por vida en una mazmorra.

En cierta ocasión el desgraciado ganador del sorteo fue un joven leñador llamado Liam que, en contra de su voluntad, fue conducido hasta un lugar escondido en el palacio donde el rey le estaba esperando.

– Pasa, muchacho. Este año te toca a ti cortarme el cabello.

Liam vio cómo el rey se quitaba muy lentamente la capucha y al momento comprendió que había descubierto el famoso secreto del rey. Sintió un pánico terrible, pero no tenía otra opción que cumplir el mandato real. Asustadísimo, cogió las tijeras y empezó a recortarle las puntas y el flequillo.

Cuando terminó, el rey se puso de nuevo la capucha. Liam, temiéndose lo peor, se arrodilló ante él y llorando le suplicó:

– Majestad, se lo ruego, deje que me vaya! Tengo una madre anciana a la que debo cuidar. Si yo no regreso ¿quién la va a atender? ¿Quién va a trabajar para llevar el dinero a casa?

– ¡Ya sabes que no puedo dejarte en libertad porque ahora conoces mi secreto!

– Señor, por favor ¡le juro que nunca se lo contaré a nadie! ¡Créame, soy un hombre de palabra!

Al rey le pareció un chico sincero y sintió lástima por él.

– ¡Está bien, está bien, deja de llorar! Esta vez voy a hacer una excepción y permitiré que te marches, pero más te vale que jamás le cuentes a nadie lo de mis orejas. Te aviso: iré a por ti y el castigo que recibirás será terrible ¿Entendido?

– ¡Gracias, gracias, gracias! Le prometo, majestad, que me llevaré el secreto a la tumba.

Aliviado, Liam regresó a su hogar para volver a su tranquila vida de leñador.

Los primeros días se sintió plenamente feliz y afortunado porque el rey le había liberado, pero con el paso del tiempo empezó a encontrase mal porque le resultaba insoportable tener que guardar un secreto tan importante ¡La idea de no poder contárselo ni siquiera a su madre le torturaba!

Poco a poco el secreto fue convirtiéndose  en una obsesión que ocupaba sus pensamientos las veinticuatro horas del día. Esto afectó tanto a su mente y a su cuerpo que se fue debilitando. Una mañana no pudo más y se desmayó.

Su madre llevaba una temporada viendo que a su hijo le pasaba algo raro, pero el día en que se desmayó, supo que había caído gravemente enfermo. Desesperada fue a buscar al druida, el hombre más sabio, para que le diera un remedio para sanarlo.

El hombre vio a Liam completamente inmóvil y con mucha fiebre. Enseguida tuvo muy claro el diagnóstico:

– El problema de su hijo es que guarda un secreto muy importante que no puede contar y esa responsabilidad  está acabando con su vida. Solo si se lo cuenta a alguien podrá salvarse.

La pobre mujer  se quedó sin habla ¡Jamás habría imaginado que su querido hijo estuviera tan malito por culpa de un secreto!

– Créame señora, es la única solución y debe darse prisa.

Después de decir esto, el druida se acercó a Liam y dijo:

– Escúchame, muchacho, si quieres ponerte bien: ponte una capa para no coger frío y ve al bosque. Una vez allí, busca el lugar donde se cruzan cuatro caminos y toma el de la derecha. Encontrarás un enorme sauce y a él le contarás el secreto. El árbol no tiene boca y no podrá contárselo a nadie, pero al menos tú te habrás librado de él de una vez por todas.

El muchacho obedeció. A pesar de que se encontraba muy débil fue al bosque, encontró el sauce y acercándose al tronco le contó en voz baja su secreto. De repente, algo cambió: desapareció la fiebre y recuperó la fuerza de sus músculos ¡Había sanado!

Unas semanas después, un músico que buscaba madera en el bosque vio el enorme sauce y le llamó la atención.

– ¡Oh, qué árbol tan impresionante! La madera de su tronco es perfecta para fabricar un arpa…

Con sus propias manos, fabricó el arpa con la madera del sauce y después se fue a recorrer los pueblos para tocar el arpa. Las melodías eran tan bellas que rápidamente se hizo famoso en toda la provincia.

La fama musical del arpista llegó a oídos del rey, quien un día dijo:

– Esta noche daré un banquete para quinientas personas y quiero a ese músico del que todo el mundo habla. Quiero que toque el arpa después de los postres.

El arpista se presentó ante la corte. Al finalizar la comida, el monarca le dio permiso para empezar a tocar. El músico se situó en el centro del salón, y posó sus manos sobre las cuerdas de su maravilloso instrumento.

Pero algo inesperado sucedió: el arpa, fabricada con la madera del sauce que conocía el secreto del rey, no pudo contenerse y en vez de emitir notas musicales habló a los espectadores:

¡DOS GRANDES OREJAS TIENE EL REY MAÓN!

¡DOS GRANDES OREJAS TIENE EL REY MAÓN!

¡DOS GRANDES OREJAS TIENE EL REY MAÓN!

El rey Maón se quedó de piedra y se puso colorado como un tomate por la vergüenza tan grande que le invadió, pero al ver que nadie se reía de él, pensó ya no tenía sentido seguir ocultándose por más tiempo.

Muy dignamente, como corresponde a un monarca, se levantó del trono y se quitó la capucha para que todos vieran sus feas orejas. Los quinientos invitados se pusieron en pie y agradecieron su valentía con un aplauso atronador.

El rey Maón se sintió inmensamente liberado y feliz. A partir de ese día dejó de llevar capucha y jamás volvió a castigar a nadie por cortarle el pelo.

Source: https://www.mundoprimaria.com/mitos-y-leyendas-para-ninos/secreto-del-rey-maon

La leyenda de laguna de El Cajas

editar

Adaptación de la antigua leyenda de Ecuador

Al sur de Ecuador, en plena cordillera de los Andes, hay un hermoso parque nacional que tiene una impresionante  laguna de aguas cristalinas, famosa por su enorme belleza. Se llama la laguna de El Cajas.

Antiguamente esta laguna no existía. Donde ahora hay agua, existía una finca enorme que pertenecía a un rico caballero. Dentro de la finca había una magnífica casa donde vivía con su familia. También había un gran campo de cultivo en el que trabajaban docenas de campesinos que estaban a sus órdenes.

Una calurosa tarde de verano, una pareja de ancianos pasó por delante de la casa del rico caballero. La viejecita caminaba con la ayuda de un bastón de madera y él llevaba un cántaro vacío en su mano derecha.

– ¡Querida, mira qué mansión! Vamos a llamar a la puerta a ver si pueden ayudarnos. Ya estamos demasiado mayores para hacer todo el camino de un tirón ¡Debemos  reponer fuerzas o nunca llegaremos a la ciudad!

La familia estaba merendando cuando escuchó los ancianos llamar a la puerta. Casi nunca pasaba nadie por allí, así que padres e hijos se levantaron de la mesa y fueron a ver quién tocaba a la puerta.

Cuando abrieron la puerta se encontraron con un hombre y una mujer muy mayores y de aspecto humilde. El anciano se adelantó un paso, se quitó el sombrero por cortesía,  y dijo al padre de familia:

– ¡Buenas tardes!  Mi esposa y yo venimos caminando desde muy lejos atravesando las montañas. Estamos sedientos y agotados ¿Serían tan amables de acogernos en su hogar para poder descansar y rellenar nuestro cántaro de agua?

El dueño de la finca, con voz muy desagradable, dijo a la sirvienta:

– ¡Echa a estos dos de nuestra finca y si es necesario suelta a los perros! ¡No quiero intrusos en mi propiedad!

El padre cerró la puerta. La sirvienta se quedó afuera con los ancianos.

– No se preocupen, señores. Vengan conmigo a mi casa por esta noche.

A escondidas les llevó al granero para que pudieran dormir. Después salió con cautela y al ratito regresó con algo de comida y agua fresca.

– Aquí tienen pan, queso y algo de carne asada. Lo siento pero es todo lo que he podido conseguir.

La anciana se emocionó.

– ¡Ay, muchas gracias por todo! ¡Eres un ángel!

– No, señora, es lo menos que puedo hacer. Ahora debo irme. A medianoche vendré a ver qué tal se encuentran.

La muchacha se fue y regresó a sus quehaceres domésticos.

La luna llena ya estaba altísima en el cielo cuando volvió de nuevo para preguntar a los ancianos si necesitaban algo más. Silenciosamente, entró en el establo.

– ¿Qué tal se encuentran? ¿Se sienten cómodos? ¿Puedo ofrecerles alguna otra cosa?

La anciana respondió con una sonrisa.

– Gracias a tu valentía y generosidad  hemos podido comer y descansar un buen rato. No necesitamos nada más.

El viejecito también le sonrió y se mostró muy agradecido.

– Has sido muy amable, muchacha, muchas gracias.

De repente, su cara se tornó muy seria.

– Ahora escucha atentamente lo que te voy a decir: debes huir porque antes del amanecer va a ocurrir una desgracia como castigo a esta familia déspota y cruel. Coge tus cosas y búscate otro lugar para vivir ¡Venga, date prisa!

– ¿Cómo dice?…

– ¡No hay tiempo para explicaciones! ¡Confía en mí y sal de aquí lo antes posible!

La chica no dijo nada más y se fue corriendo del establo. Entró en la casa sin hacer ruido, metió en la maleta sus pocas pertenencias, y salió por la parte de atrás tan rápido como fue capaz. Mientras, los ancianos salieron de granero, retomaron su camino y también se alejaron de allí para siempre.

Faltaban unos minutos para el amanecer cuando unos extraños sonidos despertaron al dueño de la casa y al resto de su familia. Los pájaros chillaban, los caballos relinchaban como locos y las vacas mugían como si se fuera el fin del mundo.

El padre saltó de la cama y gritó:

– ¡¿Pero qué escándalo es éste?! ¡¿Qué demonios pasa con los animales?!

Todavía no había comprendido nada  cuando, a través de la ventana, vio una enorme masa de agua que surgía de la nada y empezaba a inundar su casa.

Invadido por el pánico gritó a su familia:

– ¡Vamos, vamos! ¡Salgamos de aquí o moriremos ahogados!

No tuvieron tiempo ni de vestirse. Los cinco salieron huyendo hacia la montaña bajo la luz de la pálida luna y sin mirar hacia atrás. Corrieron durante dos horas hasta que por fin llegaron a un  alto donde pudieron pararse a observar lo que había sucedido y…  ¡La visión fue desoladora! Todo lo que tenían, su magnífica casa y sus campos de cultivo, habían desaparecido bajo las aguas.

No tuvieron otra opción que seguir su camino e irse lejos, muy lejos. La historia dice que lograron sobrevivir pero que jamás volvieron a ser ricos.

Según la leyenda  esas aguas desbordadas que engulleron la finca se calmaron y formaron la bella laguna que hoy todos conocemos como la laguna de El Cajas.

Eireté la indiecita

editar

Una leyenda Guarani de Paraguay

Esta es una leyenda de los Indígenas Guaraní de Paraguay. Había una vez una muchacha que se llamaba Eireté. Ella tenía doce años. También tenía ocho hermanas y ella era la más pequeña.  Todas las hermanas vivían en una choza en la jungla. La jungla tenía muchos árboles y plantas. Era una selva tropical. Hacía mucho calor y estaba húmedo. Las hermanas de Eireté trabajaban mucho. Pero Eireté era muy perezosa. No quería trabajar, quería dormir mucho. Siempre tenía sueño. Una mañana las hermanas de Eireté le dijeron “¡Despiértate! Vamos al río a recoger juncos.” Los juncos son plantas flexibles que crecen a la orilla del río. Las muchachas tejían los juncos para hacer canastas (cestos).  En las canastas ponían cocos, mangos, bananos y otras cosas.

Las muchachas caminaron al río muy temprano. Eran las 7 de la mañana. Eireté siempre caminaba muy despacio. Al fin llegaron al río y recogieron juncos. Luego los amarraron y los pusieron en sus cabezas. Las nueve hermanas caminaron de vuelta a su choza. Eireté caminaba despacio y se quedaba más y más atrás. De pronto ya no veía a sus hermanas.  Pero Eireté no tenía miedo, solo estaba cansada. Se sentó a descansar bajo un árbol grande y se durmió.

Cuando despertó, el sol ya había bajado. La jungla estaba oscura. Entonces Eireté si tuvo miedo. En la jungla había muchos animales salvajes. Ella tenía miedo del jabalí, del tigre y de la serpiente. Eireté empezó a caminar pero no veía el camino a su choza. De pronto encontró una choza pequeña donde vivía una viejita. Eireté le dijo “¡Escóndeme por favor!” La viejita le dijo “Solo te puedo esconder si tejes (knit) toda la noche” Le dio unas agujas (knitting needles) especiales y una bola de hilo (thread) muy fino. Cuando Eireté empezó a tejer se convirtió en una araña muy pequeña. Y el hilo que tejía era una tela de araña muy fina que cubría la ventana.

Eireté tejió por una hora, dos horas, tres horas… pero Eireté no estaba acostumbrada a trabajar tanto. Se cansó y se durmió. Cuando dejaba de tejer, se volvía a convertir en niña. Al poco tiempo vino el jabalí y olió a la  niña. Entró en la choza para comerse a la niña pero cuando la iba a atacar, Eireté se despertó y empezó a tejer otra vez. El jabalí ya no vio a la niña porque se convirtió en araña. El jabalí se fue. Al poco tiempo Eireté se canso otra vez, dejó de tejer y se durmió. Entonces el tigre la olió y quiso comérsela. Cuando entró en la choza Eireté se despertó y empezó a tejer otra vez. El tigre ya no vio a la niña sino a una arañita pequeña. El tigre se fue. Después de un tiempo le dio mucho más sueño, dejó de tejer y se durmió. Entonces llegó la serpiente y la vio por la ventana. Empezó a entrar su cabeza y poco a poco todo su cuerpo. Cuando ya iba a enrollarse (wrap itself) alrededor de la niña, ella se despertó y empezó a tejer. La serpiente ya no pudo ver a la niña, solo vio una araña que tejía en la ventana.

A la mañana siguiente, Eirete dejó las agujas y salió de la choza de la viejita y encontró el camino de vuelta a su choza. Eireté nunca volvió a convertirse en arañita, pero siguió tejiendo. Le enseñó a tejer a sus hermanas el hermoso tejido, ñandutí, que quiere decir “tela de araña”.

El Regalo

editar

By Robert Ross/ Ignacio Almandoz

John amaba a su mujer, Abigaíl, por encima de todo. Su aniversario de boda estaba

acercándose y John quería hacerle a su mujer el mejor regalo de su vida. Sabía que a ella

le encantaban los bolsos, pero ella nunca había podido encontrar un bolso con un diseño

que realmente le gustara.

John tuvo una idea: le preguntó a Abigaíl qué era lo que le gustaba y le disgustaba de

cada uno de sus bolsos. Cuando supo todo lo que a ella le gustaba y todo lo que no le

gustaba, fue donde un fabricante de bolsos.

“Puedo hacer cualquier tipo de bolso para ella” dijo el fabricante.

“Sé todo lo que le gusta a mi esposa”, dijo John, y le contó al fabricante lo que le

gustaba a su mujer, y lo que no le gustaba.

“Este sería un bolso extraordinario”, dijo el fabricante, “pero no sé diseñar, yo sólo

fabrico los bolsos.

“¿Qué puedo hacer?”, preguntó John.

El fabricante le habló de un diseñador maravilloso que vivía al otro lado de la ciudad.

“Si le cuentas todo lo que me has dicho a mí, te hará un diseño perfecto. Y yo luego

podré fabricar el bolso.”

Entonces John se fue a ver al diseñador de bolsos.

Cuando regresó, el fabricante miró el diseño y dijo:

“¡Es el diseño más ingenioso y hermoso que he visto jamás! Pero tiene un problema”, el

fabricante le dijo a John. “Este diseño requiere un tipo de tejido que yo no poseo, y yo

también quiero que el bolso sea perfecto”, dijo el fabricante.

“¿Dónde puedo conseguir ese tejido especial?”, John le preguntó.

El fabricante le habló de un fantástico fabricante de tejidos que vivía en el centro de la

ciudad.

“Es un viejo amigo mío. Llévale el diseño y él fabricará el tejido de la más alta calidad

posible para hacer el bolso, y luego yo podré fabricarlo”.

Entonces John se fue a ver a ese hombre.

despertó aquella mañana vio el bello cielo del amanecer. Un segundo después se

preguntó “Un momento… ¿Por qué puedo ver el amanecer?” ¡La tienda había

desaparecido! Sus maletas y herramientas estaban todas aún allí ¡pero el viento

se había llevado la tienda por los aires!

“No importa.”, Rico dijo, “Ya casi he llegado a la casa de Lisa”. Cogió las maletas y

se puso a caminar. Llegó a la casa de Lisa en solo unas pocas horas. Estaba muy

cansado y muy hambriento. “¡Oh, muchísimas gracias por haber venido, Rico!”,

Lisa dijo. Comieron el almuerzo y empezaron a reparar la casa. Rico trabajó todo

el día, y esa noche Lisa le dijo: “Rico, como perdiste tu tienda, aquí tienes una

nueva. Puedes dormir en ella mientras reparamos la casa.”

Rico y Lisa trabajaron en la casa dos días más, y Lisa cuidó de que Rico comiera

lo suficiente para poder hacer su trabajo y recuperarse de su largo viaje sin comer.

Cuando terminó la reparación de la casa, Rico estaba muy cansado por todo lo

que había hecho en los últimos cinco días. No sabía si sería capaz de volver a su

casa andando. Lisa comprendió la situación, así que le dijo: “¡Muchas gracias por

ayudarme! Has pasado por tantas molestias por ayudarme que quiero asegurarme

de que yo siempre pueda ayudarte. Voy a regalarte uno de mis caballos. ¡Ahora

podrás llegar a casa en un día solamente! Y si en algún momento necesitas que te

ayude con el caballo, no tienes más que enviarme una carta y yo te ayudaré”.

“¡Muchas gracias, Lisa!”, Rico dijo, cuando por la mañana se puso en camino a

casa con sus tres maletas de herramientas y su caballo. Lisa le había dado

comida para el camino. En efecto, Rico pudo llegar a casa antes de la puesta del

sol. Le escribió una carta a Lisa. “Muchas gracias por el caballo. Estoy muy

contento de haber podido ayudarte a rehacer tu casa. Ahora que tengo un caballo,

me será más fácil ayudar a la gente y no tendré que preocuparme si he de viajar

lejos de aquí”.

despertó aquella mañana vio el bello cielo del amanecer. Un segundo después se

preguntó “Un momento… ¿Por qué puedo ver el amanecer?” ¡La tienda había

desaparecido! Sus maletas y herramientas estaban todas aún allí ¡pero el viento

se había llevado la tienda por los aires!

“No importa.”, Rico dijo, “Ya casi he llegado a la casa de Lisa”. Cogió las maletas y

se puso a caminar. Llegó a la casa de Lisa en solo unas pocas horas. Estaba muy

cansado y muy hambriento. “¡Oh, muchísimas gracias por haber venido, Rico!”,

Lisa dijo. Comieron el almuerzo y empezaron a reparar la casa. Rico trabajó todo

el día, y esa noche Lisa le dijo: “Rico, como perdiste tu tienda, aquí tienes una

nueva. Puedes dormir en ella mientras reparamos la casa.”

Rico y Lisa trabajaron en la casa dos días más, y Lisa cuidó de que Rico comiera

lo suficiente para poder hacer su trabajo y recuperarse de su largo viaje sin comer.

Cuando terminó la reparación de la casa, Rico estaba muy cansado por todo lo

que había hecho en los últimos cinco días. No sabía si sería capaz de volver a su

casa andando. Lisa comprendió la situación, así que le dijo: “¡Muchas gracias por

ayudarme! Has pasado por tantas molestias por ayudarme que quiero asegurarme

de que yo siempre pueda ayudarte. Voy a regalarte uno de mis caballos. ¡Ahora

podrás llegar a casa en un día solamente! Y si en algún momento necesitas que te

ayude con el caballo, no tienes más que enviarme una carta y yo te ayudaré”.

“¡Muchas gracias, Lisa!”, Rico dijo, cuando por la mañana se puso en camino a

casa con sus tres maletas de herramientas y su caballo. Lisa le había dado

comida para el camino. En efecto, Rico pudo llegar a casa antes de la puesta del

sol. Le escribió una carta a Lisa. “Muchas gracias por el caballo. Estoy muy

contento de haber podido ayudarte a rehacer tu casa. Ahora que tengo un caballo,

me será más fácil ayudar a la gente y no tendré que preocuparme si he de viajar

lejos de aquí”.

La bota de piel de búfalo

editar

Había una vez un soldado muy valiente y calmado que ya no va a la guerra. Desafortunadamente no conoce ningún oficio y no tiene dinero. El soldado pide dinero y comida a las personas compasivas. Solo tiene una vieja capa y botas de piel de búfalo. Un día llega a un bosque y encuentra a un cazador elegante con una capa verde. El soldado se sienta al lado del cazador bien vestido.

– Tus botas son muy brillantes -el soldado dice al cazador-; las mías no son muy brillantes porque tengo que caminar por todo el mundo. Son de piel de búfalo, y camino mucho con ellas. –

El soldado se levanta:

– No puedo continuar aquí -dice-; tengo mucha hambre. ¿Adónde lleva este camino, amigo Botaslimpias?

– No sé -responde el cazador-, estoy perdido en el bosque.

– Entonces estamos igual. Cada oveja, con su pareja; vamos a buscar juntos el camino.

El cazador sonríe, y, juntos, se van, caminan hasta que llega la noche.

– Continuemos por el bosque -dice el soldado-; veo una luz que brilla en la lejanía; seguramente allí hay comida. El soldado y el cazador llegan a una casa de piedra. Una vieja abre la puerta.  

– Buscamos albergue para esta noche y algo de comida. Tenemos mucha hambre. -dice el soldado.

– Aquí no pueden quedarse -responde la mujer-. Esto es una cueva de ladrones, deben irse, porque si los ladrones los encuentran, ustedes están en problemas.

– De acuerdo -dice el soldado-. Pero llevo dos días sin comer. No importa si me matan aquí, o si muero de hambre en el bosque. Yo me quedo aquí. El cazador no quiere quedarse; pero el soldado lo coge del brazo:

– Vamos, amigo, no te preocupes.

La vieja les dice:

– Escóndanse detrás del horno. Si dejan algo de comida, se los voy a dar cuando los ladrones duerman.

Entran doce bandidos con mucho ruido. Se sientan a la mesa, que está lista para la cena. Los bandidos piden la cena a gritos. La vieja sirve un enorme trozo de carne asada, y los ladrones comen mucho. El soldado siente el olor  de la comida  y dice  al cazador:

– Yo no puedo esperar más. tengo muchísima hambre; voy a sentarme a la mesa a comer con ellos.

– Nos van a matar -dice el cazador, y lo coge por el brazo.

Pero el soldado se pone a toser con mucho ruido. Los bandidos escuchan al soldado, se levantan de la mesa y descubren a los forasteros ocultos detrás del horno.

– ¡Ajá, señores! -exclaman-. ¿Están aquí?, ¿eh? ¿Qué quieren? ¿Son espías? Pues si se quedan, van a aprender a volar.

– ¡Mejores modales! -responde el soldado-. Yo tengo hambre; dame de comer, y luego puedes hacer conmigo lo que quieras.

Los bandidos se sorprenden, y el jefe dice:

-Veo que no tienes miedo. Está bien. Te damos de comer, pero luego vas a morir.

– Luego hablamos de eso -dice el soldado-; y, se sienta a la mesa, come rápidamente el asado.

– Hermano Botaslimpias, ven a comer -dice al cazador-. Tienes hambre como yo, y en casa no hay un asado tan sabroso como éste.

Pero el cazador no quiere comer nada. Los bandidos miran con asombro al soldado. Cuando el soldado termina de comer dice:

– La comida está muy buena; pero ahora necesito tomar una buena bebida. El jefe de los bandidos, con buen humor, llama a la vieja:

– Trae una botella de la bodega, y del mejor.

El soldado abre la botella, y le dice al cazador:

– Ahora, atención, hermano, vas a ver maravillas. Voy a brindar por toda la compañía.

El soldado levanta la botella por encima de las cabezas de los bandidos, y dice:

-¡A su salud, pero con la boca abierta y el brazo en alto! -y bebe un buen trago.

Cuando el soldado pronuncia esas palabras, todos se quedan inmóviles, con la boca abierta  y levantan el brazo derecho. Entonces el cazador dice:

– Veo que sabes muchos trucos, pero ahora vámonos a casa.

– No corras tanto, amiguito. Derrotamos al enemigo, y ahora vamos recoger el botín. Míralos ahí, sentados y con las bocas abiertas de sorpresa.  No pueden moverse. Vamos, come y bebe.

La vieja trae más botellas de vino, y el soldado toma por mucho tiempo. A la mañana siguiente, el soldado y el cazador van a la ciudad.

El soldado visita a sus antiguos camaradas y les dice:

– Vamos a cazar a unos bandidos.

El soldado dijo al cazador:

– Ven conmigo y vas a ver cómo los cazamos a todos.

Sus hombres rodean a los bandidos, y luego, levanta la botella, bebe un poco y, agita la botella encima de los bandidos, dice:

– ¡A despertarse todos!

Inmediatamente se despiertan pero los camaradas del soldado amarran los pies de los bandidos y los llevan a la prisión.

El cazador llama a uno de la tropa, y le dice unas palabras en secreto.

– Hermano Botaslimpias -dice el soldado-, derrotamos felizmente al enemigo y comimos una comida deliciosa.

Cerca de la ciudad, el soldado ve que muchas personas los esperan con alegría y también la guardia del Rey.

– ¿Qué pasa? -el soldado pregunta al cazador.

– ¿No sabes que el Rey regresa hoy a su país y todo el mundo sale a recibirlo? – dice el cazador.

– Pero, ¿dónde está el Rey? -pregunta el soldado-. No lo veo.

– Aquí está -dijo el cazador-. Yo soy el Rey-.

El Rey abre su capa y el soldado ve debajo los vestidos reales. El soldado se sorprende, cae de rodillas. El soldado pide perdón al Rey por tratarlo de igual y por llamarlo Botaslimpias. Pero el Rey le da la mano, y le dice:

– Eres un soldado valiente y me has salvado la vida. Yo voy a cuidar de ti. Aquí siempre puedes comer un buen asado, tan sabroso como el de la cueva de los bandidos.  Sólo tienes que ir a la cocina de palacio. Pero si te quieres pronunciar un brindis, antes debes pedirme autorización.

La Tierra de Alvargonzález

editar

Adaptación libre del poema de Antonio Machado.

I

Había una vez un hombre joven. Se llamaba Alvargonzález. Él no vivía en la ciudad; vivía en el campo porque era agricultor. Alvargonzález vivía en la provincia de Soria, en Castilla. Castilla es una región histórica muy importante que está en el centro de España.

Alvargonzález era joven y atractivo. Su padre y su madre estaban muertos, pero él tenía una casa muy grande con muchas tierras fértiles y muchos animales: vacas, cerdos y ovejas. Alvargonzález era joven, atractivo y rico. Pero también era muy trabajador. ¡Y muy romántico!

Un día el joven encontró en el pueblo cercano una chica joven muy bonita y simpática. La chica se llamaba Polonia. Ella también era agricultora y era también muy trabajadora. Alvargonzález y Polonia se casaron y eran muy felices con sus tierras y sus animales. Tuvieron tres hijos: el mayor se llamaba Pedro, el mediano se llamaba Juan y el menor se llamaba Miguel.

II

Un día de invierno hacía mucho frío en la casa y la chimenea no tenía leña. La madre, Polonia, les dijo a los dos hijos mayores, Pedro y Juan:

—Por favor, necesito que traigáis leña del bosque para hacer fuego.

Los niños mayores fueron al bosque y regresaron con leña. Entonces la madre les dijo a los dos hijos mayores:

—Por favor niños, necesito que encendáis la chimenea porque hace mucho frío.

Pedro y Juan intentaron encender la chimenea, pero esta no se encendía. Entonces, el hijo menor, Miguel, de repente la encendió sin problemas. Alvargonzález y Polonia estaban muy contentos y abrazaron a Miguel. Pero Pedro y Juan estaban muy enfadados. ¡Ellos estaban celosos!

Los niños crecieron y eran unos jóvenes muy altos y fuertes. El hijo mayor, Pedro, no estudiaba. Pedro trabajaba las tierras de Alvargonzález. Pero él no era bueno. Era perezoso. El hijo mediano, Juan, no estudiaba tampoco. Juan trabajaba con los animales de Alvargonzález. Pero Juan no era bueno tampoco. El era perezoso también. El hijo menor se llamaba Miguel. Él no trabajaba, pero estudiaba mucho. Alvargonzález quería que Miguel estudiase Teología en la universidad para ser religioso. Miguel fue a la Universidad de Salamanca… pero el chico prefería las fiestas y bailar con las chicas. No le gustaba estudiar Teología porque él no quería ser religioso: el quería ir a América. El quería tener aventuras exóticas y bailar salsa. Alvargonzález le dio su parte de la herencia y Miguel se fue para América. Alvargonzález y Polonia estaban muy tristes porque Miguel era su hijo preferido.

III

Un día Pedro y Juan encontraron en el pueblo cercano dos bonitas chicas jóvenes y se casaron con ellas. Pero las chicas no eran buenas. Ellas eran unas mujeres malas y terribles. A ellas no les gustaba Alvargonzález. A ellas solamente les gustaba el dinero de Alvargonzález. Ellas en secreto hablabas cosas terribles a Pedro y Juan. Ellas eran una mala influencia y estaban impacientes por controlar inmediatamente las tierras de Alvargonzález.

El tiempo pasó. Alvargonzález y Polonia eran ahora viejos. Ellos siempre estaban tristes porque sus hijos mayores y sus esposas no eran buenos con ellos. Los padres recordaban a Miguel, porque Miguel sí era bueno con ellos, pero él estaba en América.

Un día Alvargonzález estaba caminando por sus tierras. Estaba reflexionando. Él caminó mucho tiempo y de repente se detuvo porque estaba muy cansado. Entonces llegó a un lago que se llamaba la Laguna Negra. Como hacía mucho calor se sentó debajo de un árbol, a la sombra. Poco después se quedó profundamente dormido.

Al principio era un sueño agradable, pero luego se transformó en un sueño terrible, una pesadilla. En el sueño sus hijos mayores lo asesinaban. Era un sueño muy horrible y entonces se despertó y vio a Pedro y a Juan con una sonrisa cruel y demoníaca. ¡El sueño era realidad! Los hijos lo asesinaron y tiraron su cuerpo a la laguna negra.

Nadie descubrió nunca el cuerpo del pobre Alvargonzález y su pobre esposa Polonia murió de tristeza poco después.

IV

Pedro, Juan y sus horribles esposas tenían ahora el control de todas las tierras de Alvargonzález. Pero las tierras estaban malditas y no producían nada. Y los cerdos, vacas y ovejas se murieron. Los hijos malos de Alvargonzález eran pobres. Ellos tenían las tierras pero no eran felices.

Un día de repente vino Miguel de América. Miguel era ahora millonario. Miguel compró a sus hermanos una parte de las tierras.

Pedro y Juan gastaban todo el dinero en vino y fiestas, pero Miguel trabajaba mucho en sus tierras. Las tierras de Miguel producían mucho y tenía muchas vacas, cerdos y ovejas. Las tierras de Pedro y Juan no producían nada.

Una noche Pedro y Juan volvían a casa en la noche muy tarde. Estaban borrachos y vieron a un hombre desconocido trabajando las tierras de Miguel por la noche. Con la luz de la luna vieron su cara. ¡Era la cara de Alvargonzález! Cuando despertaron al día siguiente creyeron que era una alucinación por beber demasiado vino.

Pedro y Juan eran pobres otra vez, pero Miguel era muy rico. Las tierras de Pedro y Juan no producían nada. Las tierras de Miguel producían mucho y tenía muchos animales. Los hermanos de Miguel y sus mujeres horribles estaban muy furiosos y conspiraban.

Un día Pedro y Juan asesinaron a Miguel y arrojaron su cuerpo a la Laguna Negra. Nunca encontraron su cuerpo. Ellos robaron todo el dinero del pobre Miguel y fueron con sus mujeres horribles a muchas fiestas y bebieron mucho vino.

Una noche Pedro y Juan caminaban borrachos junto a la Laguna Negra. Vieron salir del agua a dos hombres. ¡Vieron claramente sus caras con la luz de la luna! Pedro y Juan desaparecieron esa noche. Nunca encontraron sus cuerpos.

Mapuche Leyenda de Cai Cai and Ten Ten

editar

Adapted by Kristen Wolf

Cai Cai es un serpiente.  Para los Mapuche, él es el dios del mar. Vive en el parte más profundo del mar.  Es un serpiente enorme y muy fuerte. Cai Cai puede nadar muy bien.  En la lengua Mapuche, un serpiente es un “vilú.” En la foto, Cai Cai es el serpiente en el agua.  Cai Cai es de color morado.

Hay otro serpiente en este cuento.  Se llama Ten Ten.  Ten Ten es el serpiente de la tierra. Él es el dios de la tierra.  Vive cerca de las montañas en Patagonia (parte de Chile y Argentina).  Es de color verde en la foto.  ¡También, Teng Teng es muy fuerte y enorme!

Un dia, Cai Cai (el dios del mar) estaba durmiendo.  Se despertó y tembló la tierra. Cai Cai se levantó y se subió a la superficie del mar. Así el agua se levantó con él, inundando toda la tierra.  Era una inundación increíble.  Los habitantes de Patagonia (los Mapuche) se dio cuenta del agua levantando.  Los Mapuche salieron corriendo con miedo a la montaña. Ten Ten vio que los Mapuche estaban corriendo rápidamente. Ten Ten vio el agua creciente y quería ayudarles.  Ten Ten subió la montaña para salvar los Mapuche.  Cai Cai vino para pelear con Ten Ten.  Era una batalla muy duro para los dos.  Los dos pelearon con fuerza.  Al final, Ten Ten ganó la batalla.  ¡Los Mapuche estaban bien! Cai Cai volvió a la profundidad del mar y la inundación bajó inmediatamente.  Por este acto de valentía, los Mapuche en agradecimiento a Ten Ten, bautizaron muchas montañas con su nombre para recordar siempre su acto valiente. ¡Ahora, hay más islas en el mar por Ten Ten vilú, y las personas están felices!

EL FIN

Princesa Curabanda

editar

Leyenda de Rincon dela Vieja, Costa Rica. Historia sobre el nombre Rincón de la Vieja

Hace mucho tiempo dos tribus rivales vivieron en el valle de Guanacaste. El jefe de la tribu Curubandé tenía una hija que se llamó Curubandá de quien estaba muy orgulloso. Ella había aprendido a curar muchas enfermedades con los secretos del barro volcánico, la vegetación y aguas termales.

Curubandá se enamoró de Mixcoac, el hijo del jefe de la tribu rival. Y el se enamoró de ella. Pero su padre se enojó mucho por eso, y entonces invitó a Mixcoac a una fiesta en los alrededores del volcán. Después de tomar mucho, lo mató, y tiró su cuerpo al cráter.

Curubandá, que esperaba un niño de Mixcoac, al enterarse de lo que su padre había hecho con su amado, fue muy triste y desesperada. Elle enloqueció y huyó a refugiarse en lo más alto de la cima del volcán. Cuando el niño nació, ella decidió tirarle al volcán para que se reuniera con su padre y se ocultó lejos de su tribu en el bosque.

El tiempo transcurrió y Curubandá se hizo vieja sin olvidar los poderes mágicos de este lugar con los que curaba a muchas personas. Esto hizo que por muchos años la gente viajara largas distancias en busca de la curandera que vivía en este remoto rincón del bosque. Ellos esperaban ser curados de sus males con los secretos y magia de esta anciana. Todos estos viajeros cada vez que se referían al lugar donde se encontraba Curubandá decían: “ Voy para donde la Vieja del Rincón o voy para el Rincón de la Vieja”.

El tiempo ha transcurrido, más nunca ha podido sanar el corazón de Curubandá, por lo que su espíritu frecuenta el volcán y protege los secretos de este bosque. Si usted escucha cuidadosamente, podría oír todavía sus sollozos y lamentos de desesperación cuando el viento golpea la cima del volcán y la montaña. (Adapted from Rincon de la Vieja Challenge)

La lotería

editar

Un cuento popular de Cuba.

Había en la isla de Cuba un campesino muy aficionado a jugar a la lotería. Cada semana compraba un boleto. Esperaba mucho que le tocara, pero nunca tenía suerte. Aun así, estaba convencido de que algún día ganaría a la lotería.

Una mañana, el hombre salió temprano de su casa para comprar un boleto de lotería. Tuvo la sensación de que por fin le iba a tocar. Estaba muy emocionado. Estaba tan emocionado que compró diez boletos del mismo número. Estaba seguro que iba a ganar y quería ganar mucho dinero. Así que gastó todo su dinero en los diez boletos. No le quedaba dinero en sus bolsillos pero le daba igual. Iba a ser muy, muy rico.

Después, regresó a su casa muy contento y le dijo a su esposa: “ Mañana es el sorteo de la lotería. Quiero estar en la ciudad cuando digan el número ganador. Si me ves regresar en un coche de lujo significará que somos ricos. Podrás tirar todos los muebles que tenemos en esta casa porque compraremos una casa mucho más grande y elegante.” Su esposa le respondió: “ Estás muy convencido. ¡Ojalá no te equivoques y mañana seamos muy ricos!”

Esa noche, el campesino no pudo dormir de los nervios que sentía en el estómago. Se despertó muy temprano y se fue a la ciudad muy feliz con una sonrisa de oreja a oreja. Mientras caminaba a la ciudad, imaginaba su nueva vida: “  ¡Tendré zapatos de charol, muchos criados para servirme, daré grandes fiestas en mi casa y viajaré por todo el mundo, será fantástico!”.

Su mujer también estaba muy emocionada. Se quedó en la casa impaciente. Cada cinco minutos salía a la puerta para ver si venía su marido en un coche de lujo tal y como le había dicho. Ella pensaba: “ ¡Por favor, que se cumplan nuestros sueños. Que venga en coche de lujo y no caminando!”

Después de las cuatro de la tarde, la campesina vio a lo lejos un gran coche rojo descapotable. Era un coche impresionante que sólo los ricos pueden comprar. En el coche, la mujer vio a su marido que agitaba los brazos con fuerza. El marido también gritaba algo pero ella no podía oirlo. Ella pensó: “  ¡Es increíble, mi marido viene en un coche de lujo y gritando como un loco! Nos ha tocado la lotería, somos millonarios!”.

Entonces la buena mujer saltó de felicidad y corrió en la casa muy emocionada. Sin pensarlo dos veces, comenzó a romper todas las cosas feas y viejas que tenía: la vajilla, los espejos, las estanterías, las ollas para cocinar… Gritó: “ ¡Hala, todo a la basura, que ya no lo necesito! A partir de ahora voy a tener una mansión y cosas bonitas por todas partes. ¡Qué harta estoy de todas estas cosas feas!”

Todos los objetos de la casa estaban rotos al suelo. La esposa del campesino rebosaba de felicidad pero esa felicidad duró muy poco tiempo. Su marido entró en el comedor acompañado de un distinguido hombre. El elegante señor olía a perfume y lucía ropas muy bonitas. Su marido tenía las piernas heridas y se apoyaba a dos palos para poder caminar. La sonrisa de la mujer se congeló y preguntó: “ ¿Qué te ha pasado?”. El campesino le respondió: “  ¡Regresaba de la ciudad cuando este señor me atropelló sin querer y por eso tengo las piernas rotas!”

Su mujer gritó: “ ¡Hay madre! ¿Y por qué agitabas los brazos en el coche y gritabas? Yo pensaba que venías gritando de felicidad porque habías ganado a la lotería…” Entonces, su marido le contestó: “ ¡Pero qué dices! Yo solo te gritaba: ¡No tires nada, que no nos ha tocado la lotería y vengo con las piernas rotas!”

La mujer se dejó caer en una silla como un saco de patatas. Miró a su alrededor y vio todas las cosas destruidas por ella misma. Se dio cuenta de que la impaciencia por ser rica le había jugado una mala pasada.

El matrimonio jamás volvió a jugar a la lotería y jamás se hizo rico. Gracias al desgraciado incidente los dos aprendieron a vivir la vida felices con lo que tenían.

Fuente: https://www.mundoprimaria.com/cuentos-infantiles-cortos/la-loteria

El Zorro

editar

A folktale from Zimbabwe

Había una vez un muchacho que caminaba por la selva de Zimbabwe. Mientras caminaba, vio un río. Era el río Save. En el río Save había una, dos, tres muchachas lavando ropa sucia en el río Save. Una de las muchachas era una princesa. Era una princesa muy bonita. El muchacho vio la princesa y estaba muy enamorado de ella. El muchacho dijo, <<Eres la princesa más bonita de todo el mundo. ¿Te casas conmigo?>> La princesa respondió, <<¿¡EN SERIO?! Tu ropa está sucia, tu cara está sucia, y tienes que bañarte. No quiero casarme contigo>>. El muchacho preguntó otra vez, <<Quiero casarme contigo. ¿Qué puedo hacer?>>. La princesa respiró profundamente, y dijo, <<Pues, hay que bañarse, limpiar la cara y ponerse ropa bonita. Después, puedes ir al pueblo para hablar con mi papá, el rey. Puedes hablar con él para casarte conmigo>>. El muchacho le dijo, <<¡Sí! Quiero casarme contigo. Voy a bañarme y ponerme ropa bonita>>. Entonces, la princesa regresó al pueblo y el muchacho entró en el río para bañarse.

Después de bañarse, el muchacho continuó caminando por la selva para ir al pueblo. De repente, vio un animal. Era un zorro muy bonito. Era el zorro más bonito de toda la selva. Tenía la piel marrón con lunares blancas. Por eso, le preguntó al zorro,  <<Saludos señor zorro. Por favor, ¿Me puede prestar su piel? Es que, quiero casarme con la princesa del pueblo y necesito ropa limpia y muy bonita para impresionar al rey>>. El zorro le respondió, <<¡OYE! T.I.A. – This Is Africa – ¿No sabes que hace CALOR acá? No puedo sobrevivir más de tres días sin mi piel. Si me lo traes en tres días, está bien. Puedo ayudarte>>.

<<Oki. Está bien>>.        <<¿Es una promesa?>>.    <<SÍ>>.

Entonces, el zorro generoso sacó su piel y se la dio al muchacho. El zorro pensó,  <<Solo tengo mi carne roja, pero el muchacho está feliz. Está bien>>. Después, el muchacho se puso la piel más bonita del zorro y tomó el bus hacia el pueblo.

Es importante saber que en Zimbabwe y otras partes de África, una piel bonita significa que es una persona rica. Por eso, cuando el muchacho entró en el pueblo, TODAS las personas estaban impresionadas. El rey estaba impresionado, también. El rey dijo,  <<Señor con la piel más bonita de toda la selva. ¿Qué quieres?>>. Y el muchacho le respondió sinceramente, <<Solo quisiera casarme con su hija, la princesa, mi rey. Es la persona más bonita de todo Zimbabwe>>. Inmediatamente el rey dijo, <<Dicho y Hecho. Tú vas a casarte con la princesa en tres días>>. La princesa estaba muy feliz. El muchacho estaba nervioso.

Mientras, el zorro estaba nervioso. El zorro quería su piel. Pasó un día. Nada. Pasó dos días. Tampoco nada. Al pasar tres días el zorro pensó,  <<Oki, este muchacho no me va a devolver la piel. Voy al pueblo porque quiero mi piel>>. El zorro fue caminando al pueblo y cantaba en voz alta:

(song lyrics in Shona, please see Youtube link below if you want to include in your retelling) Call: Nine gaboy yami, nine gaboi-ee-ee        Response: Kuchemera chausinga oni

TODAS las personas en el pueblo escuchaban la música de la selva, pero no sabían quién cantaba. De repente, ellos vieron algo rojo…¿Era un fuego?…¿Era un diablo?….No. Era carne roja caminando hacia el pueblo!!!! AH!!!! ¡Qué miedo! El muchacho escuchó los gritos del pueblo, y ya sabía que el zorro entró al pueblo y quería su piel. El muchacho se sentía triste porque había roto su promesa al zorro.

Desafortunadamente, es el día del matrimonio para el muchacho y la princesa. Todas las personas están en el centro del pueblo. El zorro entró al pueblo y fue a la ceremonia. El zorro demandó su piel, y cuando el muchacho la sacó, ¡estaba DESNUDO frente a la princesa, su papá y TODO el pueblo! ¡AY! Al final, el muchacho no se casó con la princesa. El zorro estaba feliz y regresó a la selva.Al cambio el muchacho desnudo se escondió. Entonces, el mensaje de la historia es simple: siempre sé tu mismo.


Youtube link: https://www.youtube.com/watch?v=iiCB8dc28Aw

Note: This story is public domain within the oral tradition of Shona speakers of Zimbabwe. Dr. Sheasby Matiure told this story differently each time he performed: adding, subtracting and embellishing. Please feel free to add your own flavor to this tale, as I have, and as any storyteller in Zimbabwe would do.

El espejo                                                                           

editar

Cuento chino tradicional

Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz. Antes de salir, su mujer le dijo: – por favor, tráeme un peine. Después de vender su arroz en el mercado de la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros en un bar y bebieron y bebieron y bebieron y  celebraron el éxito de la venta por muchas horas.

Después, un poco confuso, en el momento de regresar a casa, recordó que su mujer le había pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar.

Entonces, fue a una tienda para mujeres en la ciudad y compró lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo. Le entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos.

Su mujer se miró en el espejo y empezó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó por la razón de aquellas lágrimas. La mujer le dio el espejo y le dijo: mi marido ha traído a otra mujer muy hermosa. La madre cogió el espejo, lo miró, sonrió y le dijo a su hija: no te preocupes, tan sólo es una vieja.

El juego

editar

Cuento popular español.

En un mismo vagón de tren coincidieron un campesino y un físico. El físico estaba tan aburrido que le propuso un juego al campesino. Le haría una pregunta y si el campesino no respondía correctamente, tendría que darle un euro al físico. Pero si el físico no sabía la respuesta a la pregunta que le hacía el campesino, entonces le daría a este cien euros.

Al campesino le parecía un buen trato y empezaron las preguntas.

El físico preguntó al campesino: dígame, ¿cuáles son aquellas constelaciones? Y senaló a las Pléyades. El campesino pensó y pensó y como no sabía la respuesta, sacó un euro y se lo dio al físico.

Y llegó el turno al campesino que le preguntó: ¿cuál es el animal que sube la colina con cuatro patas y las baja con tres? El físico se quedó pensando y pensando y el tren siguió caminando y caminando y el físico pensó y pensó y como no encontró respuesta, sacó cien euros y se los dio al campesino.

Al final del viaje, ya en la estación de tren, el físico intrigado le preguntó al campesino: ¿cuál era ese animal que subía con cuatro patas la colina y las bajaba con tres?

El campesino, sin decir nada, sacó un euro y se lo dio.

El collar

editar

By Robert Ross and Ignacio Almandoz

A Lacey le encantaba su collar. Le tenía mucho cariño. Su madre se lo regaló a ella cuando era pequeña. Pero una mañana se despertó ¡y el collar había desaparecido! Ella lo ponía junto a su cama cada noche antes de dormirse. ¿Cómo había desaparecido?

Se vistió y se calzó los zapatos tan rápidamente como pudo y empezó a buscar por todas partes. Buscó durante horas pero no pudo encontrarlo. Lacey estaba muy disgustada y salió afuera llorando.

“¿Qué te ocurre? ¿Por qué lloras?”, una serpiente le preguntó.

“No encuentro mi collar. ¡Es muy especial para mí y no sé dónde está!”, Lacey le dijo a la serpiente.

“¿Quieres que te ayude a buscarlo?”, la serpiente le preguntó.

“Soy mucho más pequeña que tú y puedo buscar en sitios en los que tú no puedes entrar”.

La serpiente entró en la casa y buscó en todos los sitios pequeños en los que Lacey no había buscado. Pasó por agujeros en las paredes que eran muy pequeños, y a través de huecos estrechos que había en la casa.

“Lo siento mucho. Tampoco yo puedo encontrarlo”, la serpiente le dijo con tristeza a Lacey.

“Tal vez debemos buscar en más sitios, ¿no?”, dijo la serpiente.

“¿Qué pasa?¿Tenéis algún problema?, una jirafa les preguntó desde el camino.

“No encuentro mi collar, y lo he buscado en todos los lugares que mis ojos pueden mirar, y la serpiente lo ha buscado en todos los lugares por los que ella puede pasar”, Lacey explicó.

“¿Quieres que busque por las alturas?” dijo la jirafa. “Soy mucho más alta que vosotras dos y puedo mirar en sitios a los que no podéis llegar”.

La jirafa entró en la casa y buscó en todos los sitios elevados en los que Lacey y la serpiente no habían podido mirar. Miro en el tejado y sobre todas las estanterías.

“Lo siento. No he visto el collar”, la jirafa les dijo a Lacey y a la serpiente.

“Tal vez hay algún sitio en el que aún no hemos mirado, ¿no?” La jirafa dijo.

“¿Qué estáis haciendo?” un gato les preguntó desde fuera de la casa.

“Mi collar…” explicó Lacey, “Lo he buscado por todos sitios, la serpiente ha mirado en todos los huecos pequeños, y la jirafa ha mirado en todos los lugares elevados y nadie ha podido encontrar el collar”.

“Pues yo puedo ver en los sitios oscuros en los que no habéis podido buscar”.

El gato buscó en todos los rincones oscuros y en todos los estantes oscuros en los que Lacey, la serpiente y la jirafa no había mirado.

“Lo siento, no sé dónde está el collar”, el gato les dijo a todos.

“¿No habrá algún lugar en el que aún no hemos mirado? “Algún lugar que no es pequeño, elevado u oscuro…” dijo el gato.


En ese momento Lacey se giró para hablarle al gato y se le salió un zapato. El collar cayó al suelo. Todos estaban sorprendidos.

“¡Wau! ¡Estaba en mi zapato!” dijo Lacey muy feliz.

“¡Hurraaaa!” todos respondieron.

Me puse los zapatos antes de empezar a buscar el collar, y creo que me los puse demasiado rápido”, Lacey dijo.

“Muchas gracias a todos por ayudarme a encontrarlo. No lo perderé nunca más” dijo Lacey.

“El árbol y las estrellas”

editar

Había una vez una pequeña semilla que dormía en lo profundo de la tierra. Dormía todo el invierno hasta que una mañana, en la primavera, se despertó por el sol radiante.

La pequeña semilla se estiró y se estiró. Bostezó y estiró sus piernas profundamente en la tierra y sus brazos hasta que salieron de la tierra. Entonces, con un último esfuerzo, la semilla extendió su cabeza fuera de la tierra y miró alrededor del amplio, amplio mundo.

Después de los largos meses de invierno en su cama en la tierra, la semilla se convirtió en un retoño. El pequeño retoño pensó que nunca había visto nada tan hermoso: miró al mundo con grandes ojos. Durante todo el día el pequeño retoño escuchó la música de los pájaros y el viento. Observó las nubes y vio cómo el cielo mientras el sol se metía en su cama.

Y entonces, cuando todo estaba oscuro, el pequeño retoño vio algo maravilloso: pequeñas estrellas brillando en el cielo. Quería alcanzar el cielo para tocar una de las estrellas brillantes, pero no pudo. Entonces empezó a llorar.

De repente apareció un hada. “¿Por qué lloras?”, preguntó el hada. “Porque quiero una estrella”, respondió el pequeño retoño. “Un día tu deseo se hará realidad”, dijo el hada, “pero primero debes crecer y llenarte de amor”. Y entonces el hada desapareció.

El pequeño retoño trabajó duro para crecer grande y fuerte, y un día se convirtió en un árbol joven. El Rey Tormenta vino con su viento y lluvia y casi lo tiró en el suelo. Pero cada vez crecía y se hacía más y más fuerte. Después de un tiempo ya no le tenía miedo al rey Tormenta, porque le había ayudado a crecer.

Después de muchas visitas del Rey Tormenta, el pequeño árbol se despertó un día y vio que había pequeños brotes rosados en sus ramas. “Oh, qué maravilloso”, gritó. Los cuidaba todos los días hasta que un día aparecieron pequeños bebés semilla. Ahora el pequeño árbol se convirtió en padre y estaba tan ocupado cuidando a sus bebés que pronto olvidó su deseo.

Ya en verano, sus hijos se volvieron dorados y verdes y el hada vino y beso cada manzana hasta que sus mejillas se volvieron rojas.

El pequeño manzano estaba orgulloso de sus hijos y era feliz. De repente, el hada apareció a su lado. “He venido a darte tu deseo -dijo el hada-, te traeré tu propia estrella del cielo.

“Gracias”, dijo el árbol, “pero ya no necesito la estrella. Estoy muy contento con mis hijos de manzana”. “Bien,” dijo el hada, “daré mis estrellas a tus hijos de manzana. Pero esconderé las estrellas en su interior, donde sólo los hijos de los hombres pueden encontrarlas”.

Y eso es lo que hizo. En cada manzana una pequeña estrella te espera. Una pequeña estrella que protege a los bebés semilla que puedes volver a plantar en la tierra.

Holiday Stories

editar

Los reyes magos y la epifanía

editar

¿Sabes la palabra epifanía (epiphany) en español o inglés?  ¿Sabes que en muchos países hispanohablantes la estación navideña sigue hasta el 6 de enero?  Vamos a leer sobre la historia y las costumbres de la epifanía y los reyes magos. ¡Adelante!  

Según la historia y la tradición, hace muchos años existían tres reyes que vieron una estrella que anunció el nacimiento del bebé Jesús.  El rey Melchor vivía en Europa, el rey Gaspar vivía en Asia y el rey Baltasar vivía en África. Después de ver la estrella, los tres salieron montado a camello para la ciudad de Belén.  Cuando por fin llegaron al Belén, le dieron al bebé regalos de oro, incienso y mirra, cosas muy valiosas en aquel tiempo. La tradición dice que por su parte el niño Jesús era tan contento con su visita que les dio a los reyes la vida eterna y el poder de llevar regalos a todos los niños del mundo.  Por lo tanto, en muchos países hispanohablantes es tradicional para los niños recibir regalos de los reyes el día del 6 de enero, la epifanía. Y, como cualquier fiesta o celebración, hay comida especial para el día de los reyes magos. La comida más conocida es la rosca o el roscón, un postre círculo hecho con harina de trigo, azúcar, mantequilla, levadura, huevos, leche, limón, almendras y frutas. ¡Sabe muy rico!

La palabra epifanía también tiene otro significado en inglés y español.  Quiere decir una revelación, cuando alguien se da cuenta de algo. Por ejemplo, si de repente tienes una buena idea, esa idea puede ser una epifanía.    

Espero que hayas aprendido un poco sobre la celebración de los reyes magos.  ¡Espero que también tengas la oportunidad de probar el roscón!

La Leyenda de la poinsettia

editar

Hace mucho tiempo, había una chica llamada María y su pequeño hermano Pablo. Eran muy pobres pero siempre esperaban la fiesta de Navidad.

Todos los años, en la iglesia del pueblo se preparaba un gran pesebre. También los días previos a la Navidad, en el pueblo había muchos desfiles y había muchas fiestas. El pueblo siempre se llenaba de desfiles y fiestas. A los dos niños les encantaba la Navidad, pero siempre se entristecían porque no tenían dinero para comprar regalos. Sobre todo los dos deseaban ofrecerle algo a la iglesia para el Niño Jesús. Pero no tenían nada porque eran muy pobres. Estaban tristes porque no podían dar un regalo al Niño Jesús en la iglesia.

Una noche de Navidad, María y Pablo caminaron hacia la iglesia para asistir al servicio. En el camino, vieron algunas hierbas que crecían a lo largo de la orilla del camino. Decidieron cortar las hierbas y ofrecerlas como regalo al Niño Jesús en el pesebre. No tenían nada mejor para regalarle. Entonces cortaron las hierbas a lo largo de la orilla del camino.

Cuando llegaron con las hierbas en la iglesia, los otros niños se burlaron de ellos. Se burlaron porque sólo tenían hierbas como regalo para Jesús. Aunque los otros niños se burlaron de ellos cuando llegaron con su humilde regalo, María y Pablo no dijeron nada porque sabían que habían dado lo que mejor podían ofrecer. En cambio, ordenaron con cuidado las hierbas por el pesebre. Se dedicaron con mucho esmero a colocar prolijamente las plantas verdes alrededor del pesebre.

Fue entonces que sucedió el milagro: los extremos de cada hoja verde se fueron convirtiendo en brillantes pétalos rojos. Pronto el pesebre quedó rodeado de hermosas flores en forma de estrella. Todos los que lo vieron estaban seguros de estar presenciando un milagro de Navidad ante sus propios ojos.

A partir de ese día, esas flores rojas brillantes se conocieron como las “Flores de Nochebuena” y nunca dejaron de florecer para cada Navidad.

Esta flor roja con forma de estrella fue bautizada “Poinsettia” en honor del primer embajador de Mexico, Joel Roberts Poinsett. Y las leyendas relacionadas con esta hermosa flor navideña, también son mexicanas.

El 28 de diciembre: el día de los Santos Inocentes

editar

El 28 de diciembre es un día de fiesta en España: se celebra la fiesta de los Santos Inocentes que tiene su origen en una tragedia histórica.

Hace más de dos mil años, llegaron unos sabios a Jerusalén y se presentaron ante el rey Herodes. Estaban buscando al futuro rey de los judíos que había nacido unos días antes, el niño Jesús, pues había una nueva estrella sobre Israel que señalaba la llegada de un rey de reyes. Herodes, que no quería perder su poder, les pidió a los Reyes Magos que fueran en busca de este niño y que volvieran con información sobre dónde estaba el niño. Pero el tiempo pasó y los sabios no volvieron.

Para acabar con el problema de raíz, Herodes envió a un grupo de soldados a Belén con orden de asesinar a todos los niños menores de dos años. La matanza tuvo lugar el 28 de diciembre. Para recordar a las víctimas, la Iglesia Católica decidió crear esta fiesta como homenaje.  Así, todos los bebés que fueron asesinados en aquel entonces, son los llamados Santos Inocentes. Afortunadamente, José y María escaparon a Egipto con el niño Jesús.

Pero la fiesta tiene otro aspecto. En la Edad Media se combinó con la ‘fiesta de los locos’,  una tradición pagana. Hoy en día es una fiesta alegre y divertida. La gente gasta bromas y se burla de sus familiares o amigos. Las bromas se llaman ‘inocentadas’. En Holanda el día para gastar bromas es el primero de abril. Pero las bromas son iguales. La inocentada clásica es la de pegarle una figura de muñeco de papel a la espalda de una persona, sin que se dé cuenta. Una situación que despertará las risas de todos. Otros ejemplos son: cambiar la hora del reloj o cambiar azucar por sal o viceversa.

La niña y la muñeca

editar

Hace mucho tiempo, había un chico muy bueno que siempre ayudaba a su

madre en casa y a su padre en la granja. Sus padres lo querían

muchísimo. Se llamaba Pedro y tenía doce años.

Un día -el día de Nochebuena- su padre le dijo temprano, después del

desayuno, “Pedro, has sido tan bueno que tu madre y yo hemos decidido

darte dos monedas de plata como regalo de Navidad. Cómprate lo que

quieras”. Le dio las monedas y Pedro se puso muy contento. Deseaba

comprarse unos patines de hielo.

Esa misma tarde Pedro fue a la ciudad a comprarse un par de patines de

hielo. Entró en una tienda y buscó, pero no pudo encontrar lo que

quería. Cuando estaba a punto de irse, vio entrar a una niña.

La niña estaba delgada y parecía hambrienta. Su chaqueta estaba sucia

y tenía agujeros. Se dirigió al rincón donde estaban las muñecas.

Cogió una, la abrazó, la acarició y tocó el vestidito de la muñeca

mientras suspiró “algún día…”. La niña ya iba a irse cuando vio otra

muñeca. También la tomó en sus manos y se quedó quieta, pensativa. Un

momento después fue donde la vendedora y le preguntó: “Hay alguna

muñeca que cueste solo una moneda?” La vendedora le respondió con un

tono desagradable: “¡No! Todas las muñecas cuestan dos monedas de

plata, o más”.

La niña dejó la muñeca en su sitio, no dijo nada y se dirigió hacia la

puerta de salida.

Pedro había observado todo y no pudo aguantarse más. Le preguntó a la vendedora:

-¿Cuánto cuesta esa muñeca?

-Dos monedas de plata.

-¡La compro!

Compró la muñeca rápidamente y se la regaló a la niña. Ella se puso

contentísima. Le sonrió y se lo agradeció. Salió a la calle, se sentó

en el bordillo de la acera y se puso a acariciar la muñeca.

Pedro se sentía muy bien. Pensaba  que había realizado una buena

acción justamente en Nochebuena. En vez de comprarse algo, le había

comprado una muñeca a una niña pobre. La Navidad es tiempo para

mostrar el amor a las personas. Él se sentía bien. Volvió a casa y se

lo contó a sus padres. Ellos escucharon muy contentos cómo Pedro había

ayudado a la pobre niña.

Esa noche, cuando se fue a la cama, Pedro pensó en la niña. Se

preguntó dónde estaría y qué estaría haciendo con la muñeca. Era una

noche muy fría y Pedro se metió rápidamente en su cama calentita.

A la mañana siguiente, cuando bajó a desayunar, sus padres estaban

hablando de una niña pobre que había aparecido muerta en la calle, en

el centro de la ciudad.

“Anoche una niña pobre se echó a dormir en la calle, sobre la nieve.

Hacía tanto frío que murió congelada. Mucha gente lloraba hoy al verla

allí tendida en el suelo.” – dijo la mamá, y continuó: “La niña tenía

una muñeca, pero antes de dormirse se quitó su chaqueta y se la puso a

la muñeca. La pobre niña se quedó casi sin ropa para abrigar bien a su

muñeca. Tanto la quería que la arropó con su propia chaqueta para que

no pasara frío.

Este es el espíritu de la Navidad: ofrecer algo nuestro a otras

personas porque los amamos más que a nosotros mismos.

Pedro lo hizo. Y la niña ofreció su vida para proteger del frío a su muñeca.

Cuentos originales

editar

El Hijo Y Las Espinas

editar

Hay una familia.  La familia tiene un papá, una mamá, y dos hijos.  La familia está de vacaciones en la playa. Todos están jugando con una pelota de playa.  Es hora de salir de la playa. Todos se ponen las chancletas, recogen las toallas, y caminan hacia el hotel.  El hijo menor lleva la pelota de playa. Hace mucho viento. La pelota de playa vuela con el viento y aterriza en unas plantas en la arena.  El hijo menor persigue la pelota, corriendo entre las plantas en la arena. Inmediatamente, el hijo menor empieza a gritar y a llorar muy fuerte.  Tiene espinas en sus pies! No puede caminar. Le duelen los pies. La mamá trata de sacarle las espinas de sus pies, pero no la permite. El papá trata de sacarle las espinas de sus pies, pero no lo permite.  El papá tiene que llevar al hijo menor en los brazos cuando tiene que ir al baño. La familia va a un restaurante para comer la cena. El papá tiene que llevar al hijo menor en los brazos del carro a la mesa. El pobre hijo menor no puede caminar porque le duelen mucho los pies con las espinas.  El hijo menor tiene que dormir encima de la cama, no puede poner los pies debajo de la cobija. Mientras el hijo menor duerme, su mamá usa la linterna de su teléfono y una pinza y le saca todas las espinas de los pies del hijo menor.