Diferencia entre revisiones de «Escepticismo»
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Volver a [[Lecciones de Física Básica]]
Bienvenido a la segunda lección del curso de física básica, el primer paso indispensable para estudiar cualquier ciencia (y más una ciencia como la física matemática) es preguntarse como esta nuestro '''Escepticismo''', ¿para que sirve
Así que esta es la segunda lección la cual solo se supera teniendo un fuerte escepticismo, por demás voy a citar el prefacio del libro ''Del Mundo y sus Demónonios'' del célebre astrónomo americano Carl Sagan.
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El señor Schechter se mostró solícito: <<No pasa nada, tengo seguro>>, dijo mientras me untaba la muñeca con un antiséptico increíblemente doloroso. Mi madre me llevó al médico, que tenía la consulta en la planta baja de nuestro bloque. Con unas pinzas extrajo un fragmento de vidrio, y provisto de aguja e hilo, me aplicó dos puntos.
<<¡Dos puntos!>>, había repetido mi padre por la noche. Sabía de puntos porque era cortador en la industria de la confección; su trabajo consistía en cortar patrones - espaldas, por ejemplo, o mangas para abrigos y trajes de señora - de un montón de tela enorme con una temible sierra eléctrica. A continuación, unas interminables hileras de mujeres sentadas ante máquinas de coser
A veces es bueno devolver el golpe. Yo no había pensado ejercer ninguna violencia. Simplemente ocurrió así. Snoony me empujó y, a continuación, mi puño atravesó el escaparate del señor Schechter. Yo me había lesionado la muñeca, había generado un gasto médico inesperado. había roto un cristal, y nadie se había
Intenté dilucidar cuál era la lección de todo aquello. Pero era mucho más agradable intentar descubrirlo en el calor del apartamento, mirando a través de la ventana de la sala de
Mi madre se había cambiado de ropa y maquillado como solía hacer antes de que llegara mi padre. Casi se había puesto el sol y nos quedamos los dos mirando más allá de las aguas
- Allí afuera hay gente que lucha, y se matan unos a otros - dijo haciendo una señal vaga hacia el Atlántico. Yo miré con atención
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Un domingo de aquel mismo año, mi padre me había explicado con paciencia del cero como punto de origen en aritmética, los nombres de sonido malicioso de los números grandes y que no existe el número más grande (<<Siempre puedes añadir uno más>>, decía). De pronto me entró una compulsión infantil de escribir en secuencia todos los números enteros del uno al mil. No teníamos ningua libreta de papel, pero mi padre me ofreció el montón de cartones grises que guardaba cuando le traían las camisas de la lavandería. Empecé el proyecto con entusiasmo, pero me sorprendío lo lento que era. Cuando me encontraba en los cientos más bajos, mi madre anuncío que era la hora del baño. Me quedé desconsolado, Tenía que llegar a mil. Intervino mi padre, que toda la vida actuó de mediador: si me sometía al baño sin rechistar, él continuaría la secuencia por mí. Yo no cabía en mí de contento. Cuando salí del baño ya estaba cerca del novecientos, y así pude llegar a mil sólo un poco después de la hora habitual de acostarme. La magnitud de los números grandes nunca ha dejado de impresionarme.
También en 1939, mis padres me llevaron a la Feria Mundial de Nueva York, allí se me ofreció una visión de un futuro perfecto que la ciencia y la alta tecnología habían hecho posible. Habían enterrado una cápsula llena de artefactos de nuesta época, para beneficio de la gente de un futuro lejano... que, asombrosamente, quizá no supiera mucho de la gente de 1939. El <<mundo del mañana>> sería
<<Vea el sonido>>, ordenaba de modo desconcertante un cartel. Y, desde luego, cuando el pequeño martillo golpeaba el diapasón aparecía una bella onda sinusoide en la pantalla del osciloscopio. <<Escuche la luz>>, exhortaba otro cartel. Y, cuando el flash iluminó la fotocélucla, pude escuchar algo parecido a las interferencias de nuestra radio Motorola cuando el dial no daba con la emisora. Sencillamente, el mundo encerraba una
Mis padres no eras científicos, No
Me encantaría poder decir que en la escuela
La universidad fue la realización de mis sueños: encontré profesores que no sólo
En Kuiper vi por primera vez el llamado cálculo
En la universidad de Chicago también tuve la suerte de encontrarme con un programa de educación general diseñado por [[w: Robert M. Hutchis|Robert M. Hutchins]] en el que la ciencia se presentaba como parte integral del maravilloso tapiz del conocimiento humano. Se consideraba impensable que un aspirante a físico no conociera a [[w: Platón|Platón]], [[w: Aristóteles|Aristóteles]], [[w: Carl Philipp Emanuel Bach|Bach]], [[w: Shakespeare|Shakespeare]], [[w: Edward Gibbon|Gibbon]], [[w: Malinowski|Malinowski]] y [[w: Sigmund Freud|Freud]]... entre otros. En una clase de introducción a la ciencia se nos presentó de
En este ambiente embriagador pude rellenar algunas lagunas de mi educación. Se me aclararon muchos aspectos que me
Siempre me he sentido agradecido a mis mentores de la década de 1950 y he hecho lo posible para que todos ellos conocieran mi aprecio. Pero cuando echo la vista atrás me parece que lo más esencial no lo aprendí de mis maestros de escuela, ni siquiera de mis profesores de universidad, sino de mis padres, que no
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