Diferencia entre revisiones de «Escepticismo»

Contenido eliminado Contenido añadido
mSin resumen de edición
mSin resumen de edición
Línea 3:
Volver a [[Lecciones de Física Básica]]
 
Bienvenido a la segunda lección del curso de física básica, el primer paso indispensable para estudiar cualquier ciencia (y más una ciencia como la física matemática) es preguntarse como esta nuestro '''Escepticismo''', ¿para que sirve esteese bicho para muchos muytan raro? ¿para que sirve en algo como el estudio de la física? es muy siemple, no creer en todo a boca jarro y dejar la fé para las cuestioscuestiones de Dios, para aquello que nos llena esel corazón, es lo mejor que se puede hacer al estudiar ciencias, al estudiar física; Entonces, ésta es una invitación a que dejemos de creer incluso en lo que dicen nuestros maestros, ¿por qué recomendar semejante locura? porque solo aquel que es capaz de dudar y poner bajo prueba sus conocimientos, es digodigno de llamarse '''Estudiante''' a todos los demás podreis llamarlos alumnos (recuerda que alumno significa sin luz propia).
 
Así que esta es la segunda lección la cual solo se supera teniendo un fuerte escepticismo, por demás voy a citar el prefacio del libro ''Del Mundo y sus Demónonios'' del célebre astrónomo americano Carl Sagan.
Línea 14:
El señor Schechter se mostró solícito: <<No pasa nada, tengo seguro>>, dijo mientras me untaba la muñeca con un antiséptico increíblemente doloroso. Mi madre me llevó al médico, que tenía la consulta en la planta baja de nuestro bloque. Con unas pinzas extrajo un fragmento de vidrio, y provisto de aguja e hilo, me aplicó dos puntos.
 
<<¡Dos puntos!>>, había repetido mi padre por la noche. Sabía de puntos porque era cortador en la industria de la confección; su trabajo consistía en cortar patrones - espaldas, por ejemplo, o mangas para abrigos y trajes de señora - de un montón de tela enorme con una temible sierra eléctrica. A continuación, unas interminables hileras de mujeres sentadas ante máquinas de coser ensamblanensamblaban los patrones. Le complacía que me hubiera enfadado tanto como para vencer mi natural timidez.
 
A veces es bueno devolver el golpe. Yo no había pensado ejercer ninguna violencia. Simplemente ocurrió así. Snoony me empujó y, a continuación, mi puño atravesó el escaparate del señor Schechter. Yo me había lesionado la muñeca, había generado un gasto médico inesperado. había roto un cristal, y nadie se había endadoenfado conmigo. En cuanto a Snoony, estaba más simpático que nunca.
 
Intenté dilucidar cuál era la lección de todo aquello. Pero era mucho más agradable intentar descubrirlo en el calor del apartamento, mirando a través de la ventana de la sala de habíababía de Nueva York, que arriesgarme a un nuevo contratiempo en las calles.
 
Mi madre se había cambiado de ropa y maquillado como solía hacer antes de que llegara mi padre. Casi se había puesto el sol y nos quedamos los dos mirando más allá de las aguas ambravecidasembravecidas.
 
- Allí afuera hay gente que lucha, y se matan unos a otros - dijo haciendo una señal vaga hacia el Atlántico. Yo miré con atención
Línea 36:
Un domingo de aquel mismo año, mi padre me había explicado con paciencia del cero como punto de origen en aritmética, los nombres de sonido malicioso de los números grandes y que no existe el número más grande (<<Siempre puedes añadir uno más>>, decía). De pronto me entró una compulsión infantil de escribir en secuencia todos los números enteros del uno al mil. No teníamos ningua libreta de papel, pero mi padre me ofreció el montón de cartones grises que guardaba cuando le traían las camisas de la lavandería. Empecé el proyecto con entusiasmo, pero me sorprendío lo lento que era. Cuando me encontraba en los cientos más bajos, mi madre anuncío que era la hora del baño. Me quedé desconsolado, Tenía que llegar a mil. Intervino mi padre, que toda la vida actuó de mediador: si me sometía al baño sin rechistar, él continuaría la secuencia por mí. Yo no cabía en mí de contento. Cuando salí del baño ya estaba cerca del novecientos, y así pude llegar a mil sólo un poco después de la hora habitual de acostarme. La magnitud de los números grandes nunca ha dejado de impresionarme.
 
También en 1939, mis padres me llevaron a la Feria Mundial de Nueva York, allí se me ofreció una visión de un futuro perfecto que la ciencia y la alta tecnología habían hecho posible. Habían enterrado una cápsula llena de artefactos de nuesta época, para beneficio de la gente de un futuro lejano... que, asombrosamente, quizá no supiera mucho de la gente de 1939. El <<mundo del mañana>> sería impeclabeimpecable, limpio, racionalizado y, por lo que yo podía ver, sin rastro de gente pobre.
 
<<Vea el sonido>>, ordenaba de modo desconcertante un cartel. Y, desde luego, cuando el pequeño martillo golpeaba el diapasón aparecía una bella onda sinusoide en la pantalla del osciloscopio. <<Escuche la luz>>, exhortaba otro cartel. Y, cuando el flash iluminó la fotocélucla, pude escuchar algo parecido a las interferencias de nuestra radio Motorola cuando el dial no daba con la emisora. Sencillamente, el mundo encerraba una seriaserie de maravillas que nunca me había imaginado. ¿Cómo podía convertirse un tono en una imagen y la luz en ruido?
 
Mis padres no eras científicos, No sabíasabían casi nada de ciencia. Pero, al introducirme simultáneamente en el escepticismosescepticismo y lo asombroso, me enseñaron los dos modos de pensamiento difícilmente compaginables que son la base del método científico. Su situación económica no superaba en mucho el nivel de pobrazapobreza. Pero cuando anuncié que quería ser astrónomo recibí un apoyo incondicional, a pesar de que ellos (como yo) sólo tenían una idea rudimentaria de lo que hace un astrónomo. Nunca me sugirieron que a lo mejor sería más oportuno que me hiciera médico o abogado.
 
Me encantaría poder decir que en la escuela elmentalelemental, superior o universitaria tuve profesores de ciencias que me inspiraron. Pero, por mucho que bueceobuceo en mismi memoria, no encuentro ninguno. Se trataba de una puerapura memorización de la tabla períodica de los elementos, palancas y planos inclinados, la fotosíntesis de las plantas verdes y la diferencia entre la antracita y el cabón bituminoso. Pero no había ninguna elevada sensación de maravilla, ninguna indicación de una perpectivaperspectiva evolutiva, nada sobre ideas erróneas que todo el mundo había creído ciertas en otra época. Se suponía que en los cursos de laboratorio del instituto debíamos encontrar una respuesta. Si no era así, nos suspendían. No se nos animaba a profundizar en nuestros propios intereses, ideas o errores conceptuales. Al finalizar el libro de texto había material que parecía interesante, pero el año escolar siempre terminaba antes de llegar a dicho final. Era posible ver maravillosos libros de astronomía, por ejemplo, en las bibliotevasbibliotecas, pero no en la clase. ''Se nos enseñaba la división larga como si se tratara de una serie de recetas de un libro de cocina, sin ninguna explicación de cómo esta secuencia particular de divisiones cortas, multiplicaciones y restas daba la respuesta correcta''. En el instituto se nos enseñaba con reverencia la extracción de raíces cuadradas, como si se tratara de un método entregado tiempo atrás en el monte Sinaí. Nuestro trabajo consistía meramente en recordar lo que se nos había ordenado: Consigue la respuesta correcta, no importa que entiendas lo que haces. En segundo curso tuve un profesor de álgebra muy capacitado que me permitió aprender muchas matemáticas, pero era un matón que disfrutaba haciendo llorar a las chicas. En todos aquellos años de escuela mantuve mi interés por la ciencia leyendo libros y revistas sobre realidad y ficción científica.
 
La universidad fue la realización de mis sueños: encontré profesores que no sólo entendíaentendían la ciencia sino que realmente eran capaces de explicarla. Tuve la suerte de estudiar en una de las grandes instituciones del saber de la época: la Universidad de Chicago. Estudiaba física en un departamento que giraba alrededor de [[w: Enrico Fermi|Enrico Fermi]]; descubrí la verdadera elegancia matemática con [[w: Subrahmanyan Chandrasekhar|Subrahmanyan Chandrasekhar]]; tuve la oportunidad de hablar de química con [[w: Harold Clayton Urey|Harold Urey]]; durante los veranos fui aprendíz de biología con [[w: H. J. Muller|H. J. Muller]] en la Universidad de Indiana; y aprendí astronomía planetaria con el único practicante con plena dedicación de la época, [[w: Gerard Peter Kuiper |G. P. Kuiper]].
 
En Kuiper vi por primera vez el llamado cálculo spbresobre servilleta de papel: se te ocurre una posible solución a un problema, coges una servilleta de papel, apelas a tu conocimiento de física fundamental, garabateas unas cuantas ecuaciones aproximandasaproximadas, las sustituyes por valores numéricos probables y compruebas si la respuesta puede resolver de algún modo tu problema. Si no es así. debes buscar una solución diferente. Es una manera de ir eliminando disparates como si fueran capas de una cebolla.
 
En la universidad de Chicago también tuve la suerte de encontrarme con un programa de educación general diseñado por [[w: Robert M. Hutchis|Robert M. Hutchins]] en el que la ciencia se presentaba como parte integral del maravilloso tapiz del conocimiento humano. Se consideraba impensable que un aspirante a físico no conociera a [[w: Platón|Platón]], [[w: Aristóteles|Aristóteles]], [[w: Carl Philipp Emanuel Bach|Bach]], [[w: Shakespeare|Shakespeare]], [[w: Edward Gibbon|Gibbon]], [[w: Malinowski|Malinowski]] y [[w: Sigmund Freud|Freud]]... entre otros. En una clase de introducción a la ciencia se nos presentó de motomodo tan irresistible el punto de vista de Tolomeo de que el Sol giraba alrededor de la Tierra que muchos estudiantes tuvieron que replantearse su confianza en Copérnico. La categoría de los profesores en el programa de Hutchins no tenía casi nadnada que ver con la investigación; al contrario - a diferencia de lo que es habitual en las universidades norteamericanas de hoy -, se valoraba a los profesores por su manera de enseñar, por su capacidad de transmitir información e inspirar a la futura generación.
 
En este ambiente embriagador pude rellenar algunas lagunas de mi educación. Se me aclararon muchos aspectos que me habíahabían parecido profundamente misteriosos, y no sólo en la ciencia. También fui testigo de primera mano de la alegría que sentían los que tenían el privilegio de descubrir algo sobre el funcionamiento del universo.
 
Siempre me he sentido agradecido a mis mentores de la década de 1950 y he hecho lo posible para que todos ellos conocieran mi aprecio. Pero cuando echo la vista atrás me parece que lo más esencial no lo aprendí de mis maestros de escuela, ni siquiera de mis profesores de universidad, sino de mis padres, que no sabíasabían nada en absolutosabsoluto de ciencia, en aquel año tan lejano de 1939"
 
__NOEDITSECTION__